¿Preguntas sin respuesta?
Hemos visto que la pregunta sobre el hombre es una pregunta existencial y que la respuesta que demos nos compromete. También dijimos que el método para responder debe permitirnos verificar personalmente y en el presente la validez y correspondencia respecto de nuestra vida. ¿Cómo aproximarnos a lo que somos? ¿Cómo penetrar en nuestro ser para definirnos o entendernos? ¿Hace falta que otro me diga lo que yo soy? ¿Acaso no me conozco lo suficiente?
Ser en el tiempo y el espacio. Una cosa que experimentamos es la tiranía del tiempo. Vivimos sometidos al tiempo, a un horario, a una vida que durará un determinado número de años, meses, semanas, días, horas. Las cosas que sufrimos o gozamos tienen una duración, no duran para siempre. De igual manera el espacio nos limita. Si estoy aquí no puedo estar allá. Si ocupo este espacio, nadie más lo ocupa al mismo tiempo. Tengo una medida, un peso, un límite corporal. Nuestro ser está determinado por estas dimensiones: espacio y tiempo.
Nuestros pensamientos, sentimientos, decisiones, acciones y todo lo que hacemos, lo hacemos en un lugar y un tiempo determinados. Estas dimensiones nos dan concreción, de alguna manera nos individualizan. En el espacio y el tiempo "estamos como pez en el agua", es el ámbito en el que se desarrolla nuestra vida. Debido a estas dimensiones es que somos históricos, tenemos pasado, presente y futuro. Nos cuesta imaginarnos o pensarnos fuera de estas dos dimensiones. ¿Qué hay más allá del espacio? ¿El espacio es infinito, está contenido dentro de otro "espacio"? ¿El tiempo terminará o durará indefinidamente?
Ser con un alma o psique. Además de la dimensión corpórea, sujeta al tiempo y el espacio, nos descubrimos capaces de tener afectos, sentimientos, pensamientos, ideas, recuerdos, decisiones. Todo el mundo psíquico o psicológico nuestro es inmenso, como un océano: vemos la superficie, poco conocemos de sus profundidades que nos asombran, su inmensidad nos impresiona. Gracias a estas capacidades podemos transformar la realidad, dirigir nuestras acciones, crear obras, literatura, música, ser capaces de grandes gestas o de actos ruines y despreciables. Nos descubrimos libres, capaces de elegir; nos asombramos de la capacidad de conocer y la curiosidad es un distintivo de nuestra naturaleza humana.
Todas estas capacidades que descubrimos en acción, revelan nuestra alma, es decir, nuestro principio de vida. Distinto al de los demás seres, nuestra vida es superior, más compleja, maravillosa. Esta alma que anima y da vida a nuestro cuerpo la descubrimos como algo distinto del cuerpo, cuando este principio de vida nos deja, el cuerpo muere, se corrompe, de destruye. ¿Qué sucede con el alma? ¿Vive después de la muerte? ¿Desaparece y vuelve a la nada? ¿Existen almas separadas de un cuerpo? ¿Cómo se genera el alma? ¿De dónde nace? ¿La crea Dios o es fruto de la combinación de la materia?
Ser con un espíritu subsistente. Descubrimos en nosotros una faceta o dimensión espiritual. Lo espiritual no debe confundirse con lo piadoso o religioso. Tampoco es algo fantasmagórico o espiritista ni algo indeterminado como cuando decimos "ganó el premio de espíritu scout". Lo espiritual es una realidad de los seres que los distingue de los seres materiales. Lo espiritual es inmaterial y subsistente, es decir, para existir no necesita de otro. En el caso del alma humana, entendida como principio de vida, como fuente de capacidades y facultades, como aquello que da vida a nuestro cuerpo, decimos que es espiritual en tanto que afirmamos que subsiste sin el cuerpo y es esencialmente distinta del cuerpo.
¿Cómo sabemos que nuestra alma es espíritu? ¿Cómo descubrimos que nuestro espíritu vivirá después de nuestra muerte? ¿Cómo verificar la existencia de esta realidad espiritual en nosotros? Si tenemos espíritu, ¿reencarnará en otra vida? ¿realmente irá al cielo o al infierno? ¿podemos comunicarnos con los espíritus que vagan "por ahí" en otra dimensión desconocida?
¿Preguntas sin respuestas? ¿Son todas éstas preguntas sin respuesta? Si éste fuera el caso, ¿qué sentido tiene entonces plantearlas? Si tienen respuesta, ¿podemos responderla nosotros mismos o necesitamos que otro nos lo diga? ¿Cuál será el método, la manera para responder? ¿Son respuestas de fe, que no pueden ser entendidas por la razón? ¿Por qué los hombres nos hemos hecho estas preguntas por miles de años?
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