Una fe capaz de responder

¿Cómo estar, como hombres, frente a la pandemia del coronavirus? ¿Cuál es la postura más humana frente a esta circunstancia? ¿Cuál es la utilidad de la fe ante esta amenaza?

Muchos, si no es que todos, nos hemos visto provocados por la pandemia del coronavirus que nos ha obligado a modificar la rutina de nuestras vidas, la forma de relacionarnos, la manera en que gastamos el dinero y vivimos de cara al futuro. Alumnos con clases en línea, gente trabajando desde casa, reuniones utilizando medios digitales, negocios que reducen horarios o cierran. En fin, poco a poco vamos sintiendo el cerco que la pandemia pone a nuestra libertad. Tal vez por ello tantos se revelan, no hacen caso de los datos de la realidad, no obedecen las indicaciones de higiene y aislamiento poniéndose en riesgo y poniendo en riesgo a otros. Algunos ya tenemos amigos cercanos contagiados y nos preguntamos si nosotros también lo estamos. Nadie, excepto que sea un inconsciente o irresponsable, puede sentirse y saberse ajeno a esta epidemia mundial.

La respuesta a esta circunstancia ha sido muy variada. Países que no lo tomaron en serio y ahora sufren graves consecuencias. Gobiernos que actuaron a tiempo y con decisión y que van logrando mitigar los daños materiales y de vidas humanas. Personas que siguen haciendo fiestas y viviendo como si nada pasara y otros que están tomando las medidas pertinentes. Templos cerrados, eventos cancelados, partidos pospuestos. Muchísima desinformación o sobre información. Las redes sociales llenas de noticias, recetas, indicaciones, soluciones. Y frente a todo este inmenso esfuerzo de respuesta, ¿cuál ha sido el resultado? ¿Cuáles han sido las respuestas eficaces? ¿Cuál ha es la actitud adecuada?

Don Giussani nos enseñó que un hombre verdaderamente religioso es aquel que vive intensamente lo real. Yo entiendo entonces que el hombre religioso es aquel que se deja medir por la realidad y no por sus ideas, que antepone la contundencia de los hechos a las pretensión de sus proyectos. También dice que son las circunstancias la manera en que Dios, misteriosamente, nos conduce a nuestro destino. Entiendo, por tanto, que esta es la postura más razonable y por tanto la más humana, que llega a reconocer en medio de todas las circunstancias, la presencia y la acción de Dios y que ayuda al hombre a adherirse a esta circunstancia libremente, abrazándola, aceptándola, respondiendo sin la pretensión de dominio o control. Pero esto, ¿es suficiente? ¿Realmente esta postura es una ayuda frente a la pandemia del coronavirus? Aceptar lo dicho, ¿contribuye a enfrentar mejor el problema?

Viendo las diferentes respuestas frente a la pandemia, me atrevo a decir que sí, que es el hombre religioso, en el sentido que he expuesto, el que mejor puede enfrentar esta circunstancia. El ejemplo de la Iglesia me ha asombrado. Desde el inicio, en las homilías, se nos invitó a tomar en serio la epidemia. Luego se nos indicó no darnos la paz de mano, beso o abrazo y recibir la comunión en la mano y, finalmente, se cerraron los templos y las ceremonias litúrgicas, incluso las de semana santa. No hay confesiones y se permite la absolución general en caso de necesidad grave. Hoy participamos en misa a través de facebook. ¿Quién responde de esta manera, así de contundente, así de oportuno? Solo quien se deja medir por la realidad, que no teme cambiar su rutina, que sale de su zona de confort, que no juzga a Dios por las circunstancias sino que las acepta, las entiende y actúa en consecuencia de manera responsable. Hemos visto otras posturas, que, al contrario, son equívocas, prefieren distraerse y no mirar el problema de frente, que mejor acusan envés de responsabilizarse y que, en el fondo, no asumen el peso de las circunstancias.

La utilidad de la fe en esta circunstancia es, a mi parecer, no de quienes no asumen las medidas de prevención argumentando que "confían en Dios", sino la de aquellos que hacen todo lo humanamente posible para evitar el riesgo y aceptan esta circunstancia entendiendo que todo, incluso el coronavirus, es ocasión para reconocer la presencia misericordiosa de Dios que de algo malo, como la pandemia, es capaz de sacar algo bueno, como el testimonio de médicos y enfermeras que trabajan sin descanso por atender a los enfermos, incluso con riesgo de sus vidas. Admito que es muy difícil aceptar que Dios puede, incluso del mal, obtener un bien, pero es un hecho que yo mismo he experimentado. Ahora mismo, frente a las dificultades que nos plantea el aislamiento en casa, he visto la respuesta solidaria de mis hijos, que no se daba antes, me he visto preocupado por los amigos a quienes antes no buscaba. ¿Era necesario que ocurriera una epidemia para que estas pequeñas cosas buenas salieran a flote?. No creo. Más bien pienso que esta circunstancia complicada, hizo visible esas cosas buenas. No es "querer ver lo bueno a fuerza", sino reconocer que incluso en la circunstancia más negativa, existe un destello de bondad, que no hay circunstancia tan mala, que no permita la existencia de algo bueno. Y esto no es una consigna, sino la constatación de un hecho.

Me queda claro que esta circunstancia me supera, nos supera a todos. Pero tengo muy claro que en medio de esta circunstancia existe una presencia capaz de hacer que el bien que queda se manifieste, en medio del dolor y el sufrimiento, como germen de vida nueva y como fuente de esperanza. 











Comentarios

  1. Gracias Toño! La adversidad saca lo mejor de nosotros, o nos hunde en la desesperación. Escojo lo primero! Un abrazo!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El Sentido Religioso

¿En qué circunstancia estamos?

Ideología y reformas constitucionales