Lo que no estamos viendo
Un buen amigo, doctor en ciencia política, con carrera en la docencia y la administración pública, que trabajó en los gobiernos de Fox y Calderón, a quien el Presidente podría calificar de "conservador", en sus comentarios sobre la 4T y las políticas públicas del actual gobierno, normalmente se muestra a favor de dichas políticas, argumentando que nunca se había beneficiado como ahora a quienes menos tienen, a quienes padecían más necesidad. Incluso, argumenta, la corrupción en los altos puestos del gobierno ha desaparecido, empezando por el Presidente, de quien afirma que no roba. También afirma que él sí le cree al Presidente, que diario escucha las mañaneras y para él, el Presidente no dice mentiras cuando afirma que se han creado más empleos, que se está rescatando PEMEX, que el Tren Maya es un buen proyecto. Cabe mencionar que dice no haber votado por Andrés Manuel. Su invitación es a que miremos lo que no estamos viendo, eso que explica la popularidad del Presidente, eso que mucha gente afirma ser el verdadero cambio y los signos concretos de un cambio hacia mejor.
La provocación es que yo no veo lo que él sí está viendo y, como lo conozco y no es una persona ignorante, ni arrogante, ni dogmática, ni tiene bandera que defender, me pregunto si efectivamente estoy dejando de ver todo eso de positivo que él y muchos más ven o, en caso contrario, si él no está viendo lo que muchos vemos: una economía en recesión, un ejercicio autoritario del poder que somete a otros poderes e impone su voluntad como el caso de la CNDH, el desmantelamiento de políticas públicas exitosas como fueron el Seguro Popular o las Estancias Infantiles, el desabasto de medicamentos, la discrecionalidad y corrupción en la adjudicación de los recursos, la incompetencia de los secretarios de estado y de los nuevos funcionarios y, en fin, el incremento escandaloso de la violencia y la ausencia de gobierno y autoridad. Esto me condujo a las siguientes reflexiones:
Partir de un juicio previo sin tomar en cuenta los datos de la realidad, los hechos concretos, conduce al error o, peor aún, a la postura de los fariseos, que "tiene ojos y no ven, oídos y no oyen". Podemos equivocarnos en el juicio, en la valoración, pero es indispensable que nos dejemos medir por la realidad, por los datos, por los hechos, sin defender posturas personales o banderas políticas. Aceptar la posibilidad de estar equivocados y tener la suficiente humildad intelectual y moral para reconocer nuestro error y tener la energía de enmendarlo son virtudes necesarias en todos, pero más aún en quienes tienen mayor responsabilidad.
Partir de una postura ya tomada a favor o en contra y desde esa postura juzgar y entender los datos, los hechos y la realidad misma, también conducen al error y nos hacen necios, intransigentes, zopencos (es decir, lento para entender). Nuevamente, se necesita de la virtud de la humildad para reconocer si nuestra postura es adecuada o no, si el punto de partida que tenemos es el correcto para juzgar y entender los hechos.
No entender la complejidad de la vida, de los problemas, de las soluciones, de las relaciones sociales, de la vida económica, también conduce al error y a plantear soluciones simplonas, que por ello son ineficaces, desgastan, distraen y no logra el resultado que se busca. Aunque los principios sean tan simples como "no robar, no mentir, no traicionar", su traducción en propuestas de solución, en políticas públicas, en programas de gobierno, en acciones de autoridad, en propuestas legislativas, en asignación del gasto, revisten una gran complejidad, si por pereza o ineptitud o incapacidad se proponen soluciones al vapor o simplonas o que no parten de análisis serios y profundos, se corre el riesgo de destruir lo construido y de construir sobre arena.
La capacidad de corregir a tiempo, es virtud en quien gobierna. El tiempo puede jugar a favor o en contra. En el caso de quienes no reciben las medicinas a tiempo (como el caso de un amigo mío) para su tratamiento de cáncer es cuestión de vida o muerte. También hay que saber medir los plazos para definir si una política es eficaz o no, como el caso de las políticas y acciones contra la violencia, cada día mueren 100 personas. Lo mismo hay que tener sentido de urgencia, como sucede con la epidemia mundial de coronavirus. El gobierno no puede ser lento, ni tardarse, ni ser perezoso. También corregir supone humildad, dejarse medir por la realidad, escuchar a otros sin defenderse, aceptar las críticas, corregir actitudes, decisiones.

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