La esperanza que no defrauda
"Para esperar, hija mía, hace falta ser feliz de verdad, hace falta haber obtenido, haber recibido una gran gracia." (Péguy, El pórtico de la segunda virtud).
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W. Congdon |
Mientras más capaces de reconocer los signos que hacen posible lo que deseamos, más esperanza tenemos. ¿Es razonable esperar de nuestro gobierno políticas que generen bienestar para todos, leyes que amplíen las libertades, estrategias que garanticen la seguridad? ¿Es sensato esperar que nuestros hijos tengan un mejor futuro, empleos de mayor calidad, una educación pública de excelencia? Todos tenemos esos deseos, pero, ¿hay signos que hagan evidente que se cumplirán? ¿Basta la palabra del presidente, de los políticos, de los comunicadores? ¿Por qué un hijo puede esperar que sus padres cuiden de él, le procuren una buena educación, le asistan en sus necesidades, le amen? Si no hay signos, señales, evidencias, datos, hechos... todo son deseos que se vuelven ilusiones.
¿Por qué esperamos? ¿Qué es lo que esperamos? Esperar es algo constitutivo de nuestra persona, de todo ser humano. El niño espera el alimento de su madre. El hombre espera sostener a su familia con el fruto de su trabajo. Todos esperamos que mañana saldrá el sol. Todos deseamos ser felices. Todos, de alguna manera, esperamos porque tenemos un deseo, un anhelo, una necesidad que pide ser saciada. Por ello esperamos todo, buen trato, salud, amor, dinero, placer, gozo, alegría, felicidad, un coche, una casa, una buena comida. El objeto de nuestra esperanza es aquello que identificamos capaz de colmar nuestra necesidad, de satisfacer nuestro deseo.
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Navidad 1960, W. Congdon |
Una fuerza para afrontar el presente. Todos hemos experimentado la fuerza de la esperanza y la debilidad, el miedo, la angustia de quien no espera nada. Los desafíos de la vida presente, desde levantarse por la mañana hasta luchar por la justicia requieren una gran fuerza, un vigor más que humano para sostenerse en el tiempo a pesar de los fracasos y las desilusiones. "... el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. (Benedicto XVI, Spe Salvi). En este sentido se nos ha dado la esperanza, fiable, como fuerza para afrontar el presente.
Esperar algo futuro en función de algo presente. La esperanza, la actitud del que espera, es fiable, es decir, confiable, segura, en la medida en que se funda en algo presente, en un hecho presente, en datos que la realidad nos confirma y de los que tomamos conciencia, nos damos cuenta. No es fuerza de voluntad o actitud positiva, es una postura razonable sobre el futuro en base al presente. Los motivos para esperar pueden ser hechos, sucesos, acontecimientos, cosas reales presentes e, incluso, personas en quien nos fiamos porque han demostrado ser dignas de confianza. Pero siempre es una espera que se funda en algo presente. De otra manera sería mera ilusión o quimera.

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