¿Estás viendo y no ves?

Alrededor de 35 mil homicidios, casi 100 diarios; 98% de impunidad; pérdida de 340 mil empleos; crecimiento del 0.01% del PIB; caída de la inversión extrajera directa; 17.2% caída del sector de la construcción; utilización de 75 mil millones del fondo de estabilidad; disminución del consumo interno, desabasto de medicinas, PEMEX pierde casi 80 mil millones de pesos, polarización social, iniciativas de ley que violan garantías ya ganadas como la presunción de inocencia, una CNDH a modo, un Fiscal Carnal, desparecen organismos autónomos como la CRE o el INEE, sindicatos que cierran vías de tren y reciben millones, somos el nuevo muro de Trump en la frontera sur...no todo es malo, se ratificó el TMEC, se dan subsidios a los abuelitos, tandas para el bienestar por más de 2 mil millones, 2% de los jóvenes que participaron en el programa Jóvenes Construyendo el futuro fueron empleados. 

El problema es que las buenas noticias no son tan buenas como para hacer menos las malas. El hecho, no las promesas, son que el gobierno no ha podido cumplir lo prometido, que México no ha podido salir del bache, que no hemos podido consolidar un modelo democrático, una convivencia social solidaria, un sistema educativo de calidad mundial, un ecosistema económico virtuoso. ¿Qué nos falta? ¿Por qué no hemos podido?

Más allá de la culpas al pasado, a Peña Nieto, Calderón, Fox, Zedillo y Salinas; más allá de las acusaciones a fifís, conservadores, mafia del poder, empresas corruptas; más allá de la calumnia al Dr. Nieto Director del Hospital Infantil, a Javier Sicilia y los Lebarón, a los periodistas que no comparten la opinión del presidente; más allá de todo eso debieran estar los resultados, serían el mejor argumento, no sería necesario ni acusar, ni calumniar, ni culpar. Hay un dicho que dice, "quien no da resultados, da explicaciones". Es claro que el actual gobierno no ha podido y  no se ve que vaya a poder con el paquete. Aquí no es cuestión de buena fe sino de capacidad, de estrategia, de planeación, de capacidad para ejecutar, de liderazgo unificador.

Gobernar un país no es fácil. Pero no se puede gobernar cuando se está siempre a la defensiva, cuando no se aceptan los errores, cuando no se escucha a los que disienten, cuando el poder no se autodelimita, cuando no se elige a los mejores -ni corruptos ni incapaces-, cuando se decide con el hígado, cuando se trabaja solo para un proyecto personal y de camarilla.

¿Qué nos queda a los ciudadanos de a pie? ¿Qué podemos esperar quienes seguiremos en México padeciendo las ineptitudes del gobierno? ¿Cómo enfrentar el aumento de la criminalidad, la falta de empleos, la disminución de las ventas, la mala calidad en la educación? ¿Nos tendremos que resignar? ¿No nos queda sino aguantar? ¿Cuánto tiempo, dinero, esfuerzo, sacrificio, trabajo nos costará recuperar lo que se ha perdido en un año y como se ve, durante todo el sexenio? ¿Salir por piernas? ¿A dónde? ¿Cómo? ¿Qué les espera a los jóvenes que están en la universidad? ¿Que educación reciben y recibirán los que están en escuelas públicas donde los maestros no asisten, ni son evaluados?

Hoy uno de los Lebarón decía que él no quiere verse definido por lo negativo, que quiere ver lo positivo y puso como ejemplo a la gente de su pueblo, que le acompañó en la marcha aunque algunos de ellos no comulguen totalmente con él. El signo de esperanza que él ve son sus vecinos, amigos, gente de su pueblo, los que le acompañaron en la marcha, los que le escucharon, los que se conmovieron y se pusieron en acción.

Pienso que ante una situación tan grave como la que vivimos podemos estar dormidos o impactados por lo violento y amenzador de las circunstancias, rebasados por los acontecimientos, incapaces de entender la magnitud de lo que sucede. Pero sea cual sea nuestra circunstancia o actitud lo primero sería no negar la realidad, lo bueno y lo malo, lo que ayuda y lo que no, lo positivo y lo negativo, llamar al pan pan y al vino vino. Tal vez no podamos cambiarlo todo, pero podemos iniciar en nuestro pequeño entorno, con los vecinos, con los amigos, en la colonia. Tal vez solo podremos seguir trabajando o aceptar el sacrificio de menores ingresos y oportunidades, de una vida menos cómoda, de una esperanza disminuida. Pero lo que no podemos es dejar nuestra vida en manos de otros, del vaivén de los acontecimientos, de las decisiones que se toman en Palacio o en la Cámara de Diputados o la de Senadores. No todos podremos salir a las calles, no todos seremos escuchados en los medios, no todos podremos organizarnos en la colonia, pero no podemos renunciar a una vida mejor, a una vida feliz, a mejores oportunidades, a un futuro promisorio. ¿Qué fuerza nos dará el ánimo para no decaer, para no dejarnos vencer, para no sucumbir a las circunstancias? ¿De dónde nos llegará el ímpetu, el arrojo, la valentía para enfrentar tantas adversidades? ¿Quién podrá sostener nuestra debilidad y flaqueza y darnos ánimo y vigor para enfrentar la vida?

Estamos viviendo un momento dramático, quizá un cambio como pueblo, que pone a prueba nuestra humanidad. Es un momento complejo, de grandes retos. ¿Cómo ayudarnos a vivirlo sin perder la esperanza? Dice Guissani que las fuerzas que cambian al mundo son las mismas que cambian a la persona. ¿Cuáles son esas fuerzas? La conciencia de sí mismo. De aquí depende todo. ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Cuál es mi destino? ¿A qué estoy llamado? ¿Qué es lo que me constituye?

La salvación es reconocer lo que soy, reconocer mi destino y reconocer el camino hacia mi destino. Esto es lo que nos hace protagonistas de nuestra propia existencia y, si Dios quiere, constructores de un mundo nuevo. El encuentro con una Presencia Divina, capaz de salvarnos, es la única fuerza capaz de renovar la faz de la tierra.

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