VEN Y SIGUEME, rasgos de un camino

Ve, vende cuanto tienes y luego ven y sígueme Más o menos hace unos 4 años Luciano escuchó  de Nuestro Señor estas palabras. En una convivencia juvenil en el Seminario de los Siervos de Jesús descubrió el atractivo de una vida nueva, llena de alegría y entrega, de comunión y fraternidad, una vida con Cristo, una vida feliz llena de sentido. Esta voz es tan fuerte y tan profunda que no se puede olvidar, no se borra, no es fruto de un análisis o de una emoción sentimental, es tan real como la llamada que Dios nos ha hecho al llamarnos a la existencia. Son palabras llenas de fuerza y persuasión. Sobre todo, son palabras de amor. Se escuchan y se responde si se ama.

El Reino de los cielos es como una perla de gran valor, quien la encuentra va y vende cuanto tiene para comprarla. La convivencia con este acontecimiento, con esta realidad humana llena de afecto fue consolidando la certeza de la llamada. Mientras más se vive en esta compañía de Cristo, más se desea estar con El. De aquí nació el gusto de Luciano por la Adoración al Santísimo. Estar con Cristo, cantarle, estar a su lado, mirarle y saberse mirado, abrazado, perdonado, salvado, renovado. Este trato continuo, al menos una vez a la semana, le ayudo a vivir abrazado a pesar de sus pecados y defectos, de sus debilidades y tristezas. La perla preciosa es esta compañía de Cristo que nos mira de tal manera que nos rescata y llena toda nuestra vida de nostalgia y alegría por Su presencia.

El que deje casa, hermanos o hermanas, padre o madre o tierra por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. El encuentro con Cristo presente en su Iglesia, en la comunidad concreta que ha sido signo y compañía del Señor para Luciano le llevó a anhelar más que otra cosa la vida eterna, la vida plena y feliz que solo se gana perdiendo la propia vida y renunciando a sí mismo. Las misiones fueron un lugar privilegiado para su camino vocacional. Comunicar a otros lo que a él se le comunica en la oración, la dirección espiritual, la contemplación, el canto, el estudio, la convivencia se convirtió en una necesidad, en un gusto por dar lo que se recibe. La fuerza de la alegría que nace de la convivencia con Cristo es tan fuerte que no puede sino comunicarse.

Señor a quién iremos, sólo Tú tienes palabras de vida eterna. Finalmente y después de varios años de prueba Luciano puede iniciar el camino. Este final es a la vez un principio. Inicia una vida en la que confía su mayor anhelo, ser de Cristo, a la obediencia a quienes Dios ha puesto como su nueva familia. Así como hasta ahora Paula y yo hemos sido custodios de su vocación y de su vida, los Siervos de Jesús serán ahora sus padres y hermanos. Fiarse de esta compañía y obedecer es el camino que ahora tiene que recorrer. En este nuevo hogar encontrará el sitio seguro para conservar, acrecentar y madurar ese primer anhelo, el amor a Cristo y por Cristo a todo y todos.

El padre al verlo, corrió hacia él y lo llenó de besos. Para Paula y para mí, para sus hermanos, para su abuelita, tías y tíos, amigos y conocidos queda el gozo que se vive cuando un muchacho encuentra su camino y empieza a andar. Aún tenemos en la memoria sus primeros pasos y sus gestos. Para nosotros sigue siendo nuestro pequeño. Su vida, su destino es en nosotros ternura, esperanza, anhelo de felicidad. ¿Qué otra cosa podemos querer que su felicidad? Ahora que emprende el camino al que el Señor le llama nos llena de gozo su partida. 

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