La Seducción del Destino
La seducción del destino,es decir, el deseo de que suceda lo imprevisto, el reconocimiento de un factor dentro de la realidad, que modifica y ensancha nuestra capacidad para comprender la vida en su totalidad.
Muchos vivimos una constante escisión entre experiencia y realidad pues por una parte actuamos con la conciencia de que todo en nuestra vida depende de lo que seamos capaces de lograr, superando a las circunstancias, y por lo tanto, no nos resignamos a que nuestra vida esté a merced de la casualidad o la Providencia.
Pensamos que nuestra vida obedece a un proyecto, propio la más de las veces, bueno o malo, dependiendo de lo que logremos, pero que al final de cuentas, nos da dirección y sentido. El problema es que muchas veces la vida se encarga de romper nuestros planes o introduce algún factor que no consideramos: un despido, una enfermedad, el encuentro con una persona, ganarnos la lotería.
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Mike García |
Mirando cómo enfrentamos la vida al momento de buscar el logro de nuestros objetivos, podemos reconocer qué cosas son las que en verdad nos importan. Reconociéndonos en la acción, más que realizando un gran trabajo de introspección o análisis de nuestra personalidad, muy en boga hoy en día, podremos reconocer nuestra actitud vital, es decir, la postura que tenemos frente a la vida.
Normalmente nos movemos como si todo dependiera de nosotros: hacemos citas, atendemos negocios, tomamos decisiones, gastamos el dinero, invertimos recursos. Hacemos depender el resultado de nuestro esfuerzo, creatividad y recursos. Un síntoma de esta actitud es el estrés con el que vivimos, el desánimo o la euforia, según sean los resultados, las relaciones fragmentadas y frágiles.
Algunas experiencias o acontecimientos de nuestra vida, nos hace reconocer que existe un factor inesperado, imprevisto, que provoca un cambio y que nos hace más verdaderos, más realistas, más humanos. Puede
ser una oportunidad de empleo que no esperábamos, una nueva relación que nos abre un panorama antes oculto a nuestra conciencia, una enfermedad o un accidente trágico que hacen dar un vuelco a nuestra vida y la conciencia que tenemos de ella. En la Biblia se nos pone delante de la "prueba" (así dice el texto) que Dios puso a Abraham: el sacrificio de Isaac y luego la presencia del ángel que le detiene la mano para que no de muerte a su hijo. El mismo Cristo aceptó el destino que el Padre le proponía: la muerte en cruz por la salvación del mundo.
En estos hechos descubrimos lo que llamo la seducción del destino,es decir, el deseo de que suceda lo imprevisto, el reconocimiento de un factor dentro de la realidad, que modifica y ensancha nuestra capacidad para comprender la vida en su totalidad. Un hecho que abre nuestra razón y que nos hace capaces de reconocer en cualquier circunstancia un bien para nuestra vida, la certeza de un destino bueno, "la caricia del Misterio", diría don Giussani.
Reconocer este factor presente en la realidad es un don y a la vez una tarea, fruto de una educación y de un encuentro. Es un don reconocer al Misterio presente que tiene nuestro destino en sus manos y es fruto de una razón abierta a la realidad. Nuestro corazón desea el encuentro con esta presencia, con el Misterio, que en Cristo se nos ha hecho presente y que en la Iglesia tiene su continuidad histórica y concreta hoy para nosotros.
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