AFECTO, es decir, elección de la libertad.

"La libertad es algo que manejas tú; es una maniobra muy simple: si - no. Tú me preguntas: ¿qué puede hacerme decir sí, y qué puede hacerme decir no? ¡Ese es el misterio de la libertad!" (L. Giussani)


La paradoja de la libertad está en que se es más libre cuando uno se adhiere a Otro. Vivimos dentro de una mentalidad en la que la libertad es casi un bien absoluto, un bien en sí misma, autónoma. Lo importante es ser libre, no importa cuál sea la elección de nuestra libertad ni las consecuencias que de ello deriven. Ser libre a toda costa. Morir sosteniendo nuestra elección, aunque sea equivocada, parecería un signo de grandeza. No doblegarse ante nada ni nadie. En el fondo esta idea de la libertad supone concebirnos totalmente autónomos, absolutamente independientes de los otros y claro, de Dios. Sin embargo la libertad, entendida como la capacidad de desear la satisfacción que cumpla nuestro ser, nos remite, por sí misma, a algo, a alguien, que da cumplimiento a nuestro ser. 

Nuestra vida se juega en la elección de nuestra libertad. ¿Cómo elegir aquello qué más me cumple? ¿Cómo identificar aquello que me realiza? Dice Santo Tomás de Aquino que "la vida del hombre consiste en el afecto que principalmente le sostiene y en el cual encuentra su mayor satisfacción", de tal forma que la elección de la libertad sigue al afecto, va tras él, se adhiere a lo que el afecto identifica como aquello que mejor realiza nuestra vida. Este es el trabajo de la libertad. En este sentido el afecto es la elección de la libertad.
Conocimiento y afecto. La palabra afecto indica que la realidad, en cuanto la conocemos, nos afecta, nos reclama, nos evoca su significado, nos mueve y nos conmueve. "La realidad en cuanto se conoce manifiesta una promesa que despierta el apego que por naturaleza tiene el hombre a la misma". Esta promesa es el significado de la realidad, su razón de ser. Nos reclama a nuestro destino. La realidad así entendida, esta cargada de significado, es una provocación a nuestra libertad, es una promesa hecha a nuestro deseo de felicidad. La experiencia como conocimiento afectivo de la realidad nos desvela todo el significado de nuestra vida, inscrito por Dios en la realidad, para que libremente podamos adherirnos a él.

El drama de la libertad está en la posibilidad de rechazar aquello que nos satisface. Dice San Pablo que es el misterio de la iniquidad, el misterio del pecado que viendo el bien que anhelo, me hace siguir el mal que rechazo. Solo una gracia, es decir, una presencia, la de Cristo, la de la comunidad cristiana, puede ayudarme a elegir lo que más me conviene. Como el niño que de la mano de su padre, experimentando su presencia , puede andar seguro en un mundo extraño. Así es la potencia de la presencia de Cristo. Nos permite andar en la vida libres para seguir el afecto que principalmente nos sostiene y en el cual encontramos nuestra mayor satisfacción.

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