Lecciones de un NO CREYENTE

Pero LA FE es otra cosa. Si el Dios de los cristianos no es el predicador de una filosofía, sino el Hijo de Dios que se encarna, por lo tanto el testigo protagonista de un acontecimiento acaecido en un lugar, Belén, y en un tiempo, hace 2000 años, precisos, ¿cómo es posible entonces comer y dormir de la misma manera que antes? Reducir todo esto a unos simples preceptos es reducir el cristianismo a un manual de buenos modales. Es una blasfemia, una ideología de pronta intervención. Para quien cree el CRISTIANISMO es un ACONTECIMIENTO. (De la entrevista que Ezio Mauro, director del diario laico La Repubblica, no creyente, concedió a Paola Bergamini y que se publicó en la revista Huellas de Noviembre 2013).

La verdad se puede alcanzar juntos. Que cosa más grande es esta. La fe que recibimos por el bautismo no nos hace más grandes ni mejores, nos hace cristianos, es decir, partícipes de la vida de Cristo. No nos adelanta en el camino, no nos evita las dificultades, no nos ahorra el esfuerzo, no impide las caídas. La Fe pone en juego toda nuestra humanidad, nuestra libertad, a cada momento, en cada circunstancia. Nos permite tener la mirada de Cristo sobre la realidad, sobre las personas, sobre las relaciones, sobre nosotros mismos. De esta manera nos permite caminar junto con todos los "hombres en búsqueda" hacia la verdad que es Cristo. Juntos.

Lámpara para mis pasos, luz en mi sendero. La fe, luz de vida, es una lámpara que nos permite andar en las tinieblas. No vemos todo el camino, pero nos permite dar el siguiente paso. No acaba con la oscuridad de la noche, pero ilumina el trayecto. Con esta luz podemos andar juntos, iluminando el camino para todos los hombres, descubriendo el sendero, evitando los escollos.

Mirar con la mirada de Cristo. También la fe nos permite tener una mirada verdadera, justa, sobre todas las cosas. Nos hace capaces de un afecto nuevo hacia todas las cosas y las personas. Nos permite valorarlo todo descubriendo la belleza y la bondad que se esconde en cada uno, en cada circunstancia, en cada cosa. Nos permite mirarnos con afecto, con ternura, con verdad, con misericordia. Así podemos mirar a los demás no como enemigos, sino como compañeros de camino. A nosotros se nos ha dado una gracia que otros no han recibido y esto nos hace más capaces de agradecimiento y más capaces para acoger a los demás, con sencillez, con calidez, con afecto.

La Fe nace de un encuentro que acontece ahora. Esta luz, esta mirada, este andar juntos es fruto de un acontecimiento, del encuentro con Cristo presente aquí y ahora a través de la Iglesia, de las personas que El ha tomado como suyas para ser signo de su presencia en el mundo. Darnos cuenta de este suceso, de que hemos sido llamados, amados, escogidos (aunque la palabra caiga un poco pesada), provoca ante todo agradecimiento, estupor, asombro. Es así como a través de nosotros cristianos, Cristo se  hace presente a todo el mundo, a todo hombre. "Cristo todo en todos" dice San Pablo. Es el misterio de la Iglesia, cuerpo de Cristo, sacramento, es decir, signo sensible por medio del cual Cristo se comunica a la humanidad en el tiempo y el espacio. Es el perpetuarse de una acontecimiento, presente, actuante, vivo.

Mirar con simpatía todo lo humano. De esta fe nace la simpatía por todo lo humano, por todo hombre, pues toda la realidad ha sido abrazada por Cristo y así es redimida, salvada, vuelta a su verdad y belleza. De esta fe nace la positividad de la vida, la convicción y la certeza de que todo es para bien de los que aman a Dios. Nada se pierde, todo se salva. Esta fe nos permite aceptar que otros, no creyentes tal vez, nos muestren, también, a Cristo.

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