La Permanencia de Su Presencia

"...os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal,: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre".

La presencia histórica de Dios hecho hombre inició como acontecimiento hace 2013 años, según nuestro calendario, e inició con el "sí" de María al anuncio del Arcángel Gabriel. Así de concreto, con fecha y hora, con nombres y rostros, dentro de un momento de la historia, en un lugar preciso, ante la mirada de unos pastores que asombrados corrieron a adorar el Niño Dios. Dios, el Misterio, se hizo uno de nosotros para estar entre nosotros "hasta el final de los tiempos".

El Greco, "La Natividad",  1597-1603, Hospital de la
Caridad Illescas, Toledo, España
"El signo que los pastores recibieron de este hecho prodigioso, esperado por siglos por los judíos fue, ni más ni menos, "un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Dios, Aquél que es el Bien Máximo para cada hombre, el único capaz de cumplir los deseos de felicidad, justicia y verdad de todo ser humano, se hizo presente "envuelto en pañales y acostado en un pesebre".

La manera como Dios hace las cosas, la manera como dio inicio la salvación es imprevista absolutamente, Dios nos sorprende a cada momento y si estamos atentos a Su actuar en el mundo, no nos queda más que aceptar que Sus pensamientos no son nuestros pensamientos.

Por ello la Iglesia, el conjunto de los bautizados, el Pueblo de que Dios se ha formado por medio de la gracia del bautismo es, en la pobreza de su presencia y actuar en el mundo, como un niño envuelto en pañales en un pesebre. Frágil y totalmente dependiente de Dios como el niño recién nacido lo es de sus padres. Y, a pesar de su miseria, pecado y fragilidad, es el signo de Su Presencia.

No basta aceptar que Dios está presente en el mundo, en este día, en esta hora, en este momento, en este lugar, lo que queremos es reconocerlo, verificarlo, constatarlo. Pero ya que Dios se hace presente "a través" de aquellos a los que ha llamado por medio del bautismo, nuestra petición incesante es el poder reconocerlo y seguirlo "en aquellos que ha llamado".

Es un regalo que existan personas que sean para nosotros y para los demás signo, es decir, que nos remitan a Dios y nos permitan reconocerlo presente y actuante en el mundo. El signo de Su presencia es el cambio que opera y realiza en quienes le siguen. Cambio que no elimina el pecado, ni los defectos pero que es ya, un reflejo de una humanidad nueva capaz de abrazar a todo hombre y de reconocer en Cristo el sentido de toda circunstancia.

Reconocer y agradecer por todos aquellos que han dicho "sí" al Señor y que son signo de Su Presencia en nuestras vidas es el regalo que pido para todos en esta Navidad.

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