El Plan C: ¿dónde está nuestra esperanza?

¿Cuáles son las consecuencias de un congreso con mayoría de la 4T? ¿Se pone en riesgo el futuro del país? ¿Tendríamos un país autoritario, autocrático, no democrático? ¿Cómo nos afectaría a los ciudadanos de a pie? ¿Vamos camino a ser como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia o China?

El 3 de junio, un día después de las elecciones, la secretaria de gobernación, en la mañanera, planteó un mapa que aseguraba la mayoría parlamentaria para la 4T y con ello la seguridad de la aprobación de las reformas propuestas en el Plan C. Desde entonces se ha escrito mucho sobre el tema, a favor y en contra, esperando que los 11 consejeros electorales y los 5 magistrados del tribunal electoral decidan en uno u otro sentido. ¡Son 16 personas las que tienen en sus manos el futuro de nuestro país!

Las reformas del Plan C tienen que ver con reformas al sistema electoral, a la participación ciudadana, al poder judicial, al poder legislativo, a los programas sociales, a la educación, a los derechos laborales y pensiones, a la política energética, a la política fiscal y a la de seguridad nacional.

Para unos, el Plan C es la consolidación de un régimen que beneficiará a los más pobres y necesitados, quitará privilegios a los más favorecidos, acabará con la corrupción, eliminará la violencia y nos llevará a un estado de bienestar para todos. Para otros, el resultado será pérdida de derechos políticos y sociales, fortalecimiento del autoritarismo y control de un solo partido como en los años 70, deterioro de la economía y desconfianza de los inversionistas, debilitamiento del estado de derecho y transparencia, ideologización de la educación, limitación de la libertad de expresión, avance del crimen organizado y la violencia.

El problema es que no podemos experimentar para ver qué pasa, porque puede que sea muy malo, aunque esperemos que sea muy bueno. Por ello es necesaria la discusión, el análisis, la opinión de los expertos, la mesura y la apertura, el diálogo y no la confrontación, la grandeza de ánimo y no la mezquindad y la pendencia. Lo que está en juego es la vida de millones de personas, su salud, sus expectativas de crecimiento, la libertad de educación, el acceso a mejores estados de vida, el futuro ecológico.

Como ciudadanos responsables, ya hicimos lo que nos tocaba: ir a votar. Sin embargo, esto no es para desentendernos del problema. ¿Qué más podemos hacer? ¿Cómo podemos influir en las decisiones de los 16 que decidirán nuestro futuro? ¿Es probable que nos hagan caso? ¿Cómo expresarnos? ¿Solo nos queda resignarnos y esperar que todo salga bien? ¿Nos tenemos que sumar a las marchas, bloqueos, campañas de redes sociales? ¿Tenemos que esperar lo mejor y prepararnos para lo peor? ¿Dejaremos en manos de otros nuestro propio futuro? ¿Basta que cada uno haga lo que pueda, desde su trinchera? ¿Cuál es la postura que más nos puede ayudar?

El futuro es, por naturaleza, incierto. Lo que vendrá no siempre es la consecuencia lógica de lo que le antecede. ¿Cómo lidiar con esta incertidumbre? ¿Dónde encontrar una certeza? ¿Pueden los políticos, los programas, las leyes, el orden jurídico, social y económico darnos la seguridad y certeza que  necesitamos para vivir? ¿Bastan la palabra, la buena fe y la fuerza de voluntad de un líder para asegurarnos un futuro mejor? ¿Cómo construir, edificar, dialogar, abrazar, caminar juntos? ¿Necesitamos de una tragedia como los terremotos para que los mexicanos "saquemos lo mejor de nosotros mismos"? ¿Y luego, y después, y cuando no hay terremotos? ¿Por qué vale la pena empezar, cada día empezar de nuevo? ¿Por qué no nos resignamos y buscamos siempre, a pesar de la fatiga y las decepciones, un futuro mejor, una vida más justa, un amor más verdadero? ¿Es este anhelo, esta exigencia, la fuerza que necesitamos para afrontar la vida? ¿Quién puede sostener esta débil pero al mismo tiempo inquebrantable esperanza? ¿Qué nos permite no apartar la mirada, adentrarnos en los problemas para intentar resolverlos, levantarnos después de la caída, regocijarnos con los éxitos conquistados? ¿Qué fuerza o poder o persona puede sostener nuestro deseo de un país más justo y próspero?

Ahora es el Plan C, mañana será la negociación del TMEC, pasado mañana las elecciones de medio sexenio, las elecciones del 2030 y así podemos seguir. El gran reto es verificar qué es lo que en esta realidad sostiene nuestra esperanza.



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