¿Voto católico?

¿Cuál es el método más adecuado para juzgar y decidir por quién votar en las próximas elecciones del 2 de junio en México? ¿Sería adecuado utilizar el método que Giussani propone en el Sentido Religioso de juzgar a partir de la propia experiencia y las premisas de realismo, razonabilidad e influencia de la moralidad en el conocimiento? ¿Este método es válido para todos o sólo para los católicos? ¿Sería un método válido incluso para quienes proponen una decisión en base a los "valores irrenunciables", la anulación del voto por no existir candidatos idóneos que garanticen estos valores, para quienes no quieren ser "cómplices" de políticas contrarias a la vida, la familia, la propiedad privada y para quienes deciden optar por "el mal menor o el bien posible"?


El voto es una de las maneras en que participamos de la vida pública y de la construcción del bien común.
 Para quienes vivimos en regímenes democráticos, independientemente de su madurez, el voto es el instrumento que tenemos para elegir a nuestros gobernantes, optar por un partido, apoyar una determinada manera de gobernar, procurar un orden jurídico y políticas públicas determinadas, etc. Es una pequeña acción de grandes consecuencias y trascendencia.  El voto se concreta en elegir un candidato por quién votar y votarlo el día de la elección. Expresa lo que la persona que vota quiere y le interesa respecto de la vida pública en todos sus ámbitos (sociales, económicos, jurídicos, morales, culturales, etc.).

La primera premisa es realismo, es decir "no primar un esquema que se tenga previamente presente en la mente por encima de la observación completa, apasionada e insistente de los hechos, de los acontecimientos reales". Los candidatos, para elaborar sus propuestas, ¿parten de la realidad de la situación del país? ¿Se presentan tal cual son? ¿Ven solo una parte que les conviene o miran al todo? Nosotros, ¿tratamos de mirar la realidad y a los candidatos y sus propuestas tal y como son o sólo nos fijamos en un aspecto particular, acentuándolo y descartando otros?

Más que un diagnóstico exhaustivo, es importante atender a la actitud que se tenga ante la realidad. ¿Se echa la culpa a otros o se asumen las propias responsabilidades? ¿Se escoge qué hechos tomar en cuenta y cuáles no, para no afectar la imagen o la intención del voto? ¿Se utilizan datos e información no verificable que se pueda contrastar con otras fuentes? Lo primero que se necesita para resolver un problema es aceptarlo, sin esta actitud primera, lo que venga corre el riesgo de ser demagogia, ideología, autoritarismo, imposición, negación.

La segunda premisa es la razonabilidad, esto es, "el ejercicio del valor de la razón al obrar", entendiendo por razón la "capacidad de darse cuenta de la realidad conforme a la totalidad de sus factores", tomando en cuenta dos aspectos: 

a) Evitar los reduccionismos: votar es una acción que implica múltiples factores como la confianza que se otorga al candidato, al partido y a las políticas que elegimos; el análisis de la viabilidad y pertinencia de las propuestas que se presentan para solucionar los problemas identificados; la constatación de la capacidad y la forma de gobernar de quienes ya lo han hecho, de su experiencia profesional, personal y familiar; la identificación de los intereses que están detrás de cada uno de ellos, de los partidos, de los grupos de poder; y muchos más que se podrían identificar y reconocer. 

b) Aplicar el método adecuado al objeto: votar, ¿es una acción científica o técnica que nos obligaría a utilizar el método científico y técnico?, ¿es una acción religiosa o confesional que parte de los principios y doctrina que se profesa?, ¿es una acción moral en cuanto se encamina a la consecución del bien? ¿es una acción política autónoma y sin relación con otros ámbitos? 
Votar implica una actitud moral, en cuanto presupone un fin o intensión buscada, que en este caso es el bien de todos y para todos; el acto de votar o no votar; las circunstancias en que se realiza esta acción; la conciencia con que se realiza la decisión y elección; la libertad de quien elige al momento de elegir. Por tanto, el método a seguir es, como propone Giussani, el de la certeza moral que se funda en la razonabilidad de dar un voto de confianza al candidato elegido o el rechazo hacia alguno o todos por no considerarlos dignos de confianza.

Don Giussani dice que "es irrazonable cualquier actitud que pretenda explicar un fenómeno [las votaciones] de una manera que no resulte adecuada a todos los factores que están implicados en él [en el fenómeno, las votaciones]" e inmediatamente afirma que "se puede dar a esta afirmación un valor general, afirmando que un error demuestra que lo es cuando nos vemos obligados por su propia lógica a olvidar o renegar de algo". Atendiendo a nuestro asunto, se diría que el error estaría en votar a un candidato sin tomar en cuenta todos los factores que están implicados en esta elección. Don Giussani dice que "es irrazonable cualquier actitud que pretenda explicar un fenómeno [las votaciones] de una manera que no resulte adecuada a todos los factores que están implicados en él [en el fenómeno, las votaciones]" e inmediatamente afirma que "se puede dar a esta afirmación un valor general, afirmando que un error demuestra que lo es cuando nos vemos obligados por su propia lógica a olvidar o renegar de algo". Atendiendo a nuestro asunto, se diría que el error estaría en votar a un candidato sin tomar en cuenta todos los factores que están implicados en esta elección.

La tercera premisa es la influencia de la moralidad en el conocimiento, "un problema de actitud, es decir, un problema «moral», un problema que se refiere al modo de situarse, al modo de comportarse, de ponerse frente a la realidad. No es un problema de agudeza, de inteligencia". La actitud moral adecuada para decidir y elegir candidato para votarlo el 2 de junio supone no descartar, en conciencia, ningún factor de los que están en juego. Serían un error o inmoralidad votar sólo por la agenda de género, sólo por la postura frente al aborto y la eutanasia, sólo por la propuesta económica, sólo por la preservación del estado de derecho y la autonomía de los poderes, sólo... por un factor, incluso bueno o considerado dentro de la doctrina social de la Iglesia o del contenido de la fe, sin considerar los demás factores implicados.
 
El desafío y el riesgo de la elección se presentan en el acto concreto de ir a votar.
Lo dicho hasta ahora pretende ayudar a tomar una decisión adecuada en orden al bien buscado: el bien de todos los mexicanos. ¿Cuál será el criterio último o más determinante para definir esta elección que nos impone el deber de ir a votar? ¿Cómo evitar el pragmatismo que hace a un lado los valor y principios en función de un interés particular o el integrismo que pretende imponer un criterio sin tomar en cuenta la complejidad de la realidad?

Siguiendo a Giussani, me atrevo a decir que el criterio adecuado para decidir y elegir son las exigencias elementales del corazón, el deseo de bien, verdad y justicia, buscados con conciencia recta y verdadera. El criterio fundamental es la búsqueda del bien común, el deseo de bien.

¿A quién elegir si todos tienen "cola"? ¿Por quién votar si ninguno es idóneo sea porque está, por ejemplo, a favor del aborto o a legislado a su favor o no se opone con firmeza? ¿Corro el riesgo de ser cómplice de esas políticas contrarias a la fe y a la ley natural?



A continuación, propongo fragmentos de algunos textos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la encíclica Evangelium Vitae y de la Conferencia del Episcopado de Estados Unidos que han abordado esta problemática y que pueden ayudarnos a iluminar nuestro juicio, a formarnos una conciencia más clara, con la recomendación de leerlos completos y en comunión con quienes puedan ayudarnos a entenderlos correctamente.

La Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política afirma que "los católicos tenemos la "legítima libertad" de "elegir, entre las opiniones políticas compatibles con la fe y la ley moral natural, aquella que, según el propio criterio, se conforma mejor a las exigencias del bien común" y "Cuando la acción política tiene que ver con principios morales que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno, es cuando el empeño de los católicos se hace más evidente y cargado de responsabilidad" y menciona como principios morales irrenunciables los que tienen que ver con el aborto y la eutanasia, la familia, la educación, la tutela social de los menores, las modernas formas de esclavitud, la libertad religiosa, el desarrollo de una economía que esté al servicio de la persona y del bien común y la búsqueda de la justicia y la paz social.

Frente a las políticas y legislaciones que se oponen a la fe y la ley moral, "los católicos, en esta grave circunstancia, tienen el derecho y el deber de intervenir para recordar el sentido más profundo de la vida y la responsabilidad que todos tienen ante ella".

Citando a San Juan Pablo II, dice que "en línea con la enseñanza constante de la Iglesia, ha reiterado muchas veces que quienes se comprometen directamente en la acción legislativa tienen la «precisa obligación de oponerse» a toda ley que atente contra la vida humana. Para ellos, como para todo católico, vale la imposibilidad de participar en campañas de opinión a favor de semejantes leyes, y a ninguno de ellos les está permitido apoyarlas con el propio voto".

Esto no impide, como enseña Juan Pablo II en la Encíclica Evangelium Vitae a propósito del caso en que no fuera posible evitar o abrogar completamente una ley abortista en vigor o que está por ser sometida a votación, que «un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, pueda lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública».

"En tal contexto, hay que añadir que la conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral. Ya que las verdades de fe constituyen una unidad inseparable, no es lógico el aislamiento de uno solo de sus contenidos en detrimento de la totalidad de la doctrina católica. El compromiso político a favor de un aspecto aislado de la doctrina social de la Iglesia no basta para satisfacer la responsabilidad de la búsqueda del bien común en su totalidad. Ni tampoco el católico puede delegar en otros el compromiso cristiano que proviene del evangelio de Jesucristo, para que la verdad sobre el hombre y el mundo pueda ser anunciada y realizada."

Es decir, se deben considerar todos los factores implicados, tanto si se afirman, como es el caso de valores como la solidaridad, la subsidiariedad, el bien común, como en el caso en que se rechazan posturas como el aborto, la eutanasia, la limitación del derecho de los padres a educar a sus hijos. No se rechaza a un candidato, postura política, partido, programa de gobierno, sólo por uno de estos factores en detrimento de otros y votarlo, no implica necesariamente que se apoyen todas las políticas que promueve o defiende. Podemos, como dice la cita de San Juan Pablo II, ofrecer nuestro apoyo a propuestas que limitan y disminuyen los daños y los efectos negativos de dichas leyes y posturas.

"Para iluminar esta difícil cuestión moral es necesario tener en cuenta los principios generales sobre la cooperación en acciones moralmente malas. Los cristianos, como todos los hombres de buena voluntad, están llamados, por un grave deber de conciencia, a no prestar su colaboración formal a aquellas prácticas que, aun permitidas por la legislación civil, se oponen a la Ley de Dios. En efecto, desde el punto de vista moral, nunca es lícito cooperar formalmente en el mal. Esta cooperación se produce cuando la acción realizada, o por su misma naturaleza o por la configuración que asume en un contexto concreto, se califica como colaboración directa en un acto contra la vida humana inocente o como participación en la intención inmoral del agente principal. Esta cooperación nunca puede justificarse invocando el respeto de la libertad de los demás, ni apoyarse en el hecho de que la ley civil la prevea y exija. En efecto, los actos que cada uno realiza personalmente tienen una responsabilidad moral, a la que nadie puede nunca substraerse y sobre la cual cada uno será juzgado por Dios mismo (cf. Rm 2, 6; 14, 12)."

En la declaración "Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles", "nosotros, los obispos, no tenemos la intención de decir a los católicos por o contra quién votar. Nuestro objetivo es ayudar a los católicos a formar sus conciencias de acuerdo con la verdad de Dios. Reconocemos que la responsabilidad de tomar decisiones en la vida política recae en cada individuo a la luz de una conciencia debidamente formada, y que la participación va mucho más allá del hecho de depositar el voto en una elección en particular".

"La formación de la conciencia incluye varios elementos. Primero, existe el deseo de abrazar el bien y la verdad. Para los católicos esto comienza con el deseo y una actitud abierta de buscar la verdad y lo que es correcto, estudiando la Sagrada Escritura y la doctrina de la Iglesia, contenida en el Catecismo de la Iglesia Católica. También es importante examinar los hechos y antecedentes de las distintas opciones. Finalmente, una reflexión iluminada por la oración es esencial para discernir la voluntad de Dios. Los católicos también deben entender que, si fallan en la formación de su conciencia a la luz de las verdades de la fe y de las enseñanzas morales de la Iglesia, pueden cometer juicios erróneos".


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