Oposición y contraste

Evangelii Gaudium 221: “Para avanzar en esta construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad, hay cuatro principios relacionados con tensiones bipolares propias de toda realidad social. Brotan de los grandes postulados de la Doctrina Social de la Iglesia, los cuales constituyen «el primer y fundamental parámetro de referencia para la interpretación y la valoración de los fenómenos sociales». A la luz de ellos, quiero proponer ahora estos cuatro principios que orientan específicamente el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común. Lo hago con la convicción de que su aplicación puede ser un genuino camino hacia la paz dentro de cada nación y en el mundo entero. 

Estas palabras del Papa Francisco comportan una gran pretensión: "ser el primer y fundamental parámetro de referencia para la interpretación y la valoración de los fenómenos sociales". ¿Pueden estos principios ayudarnos a entender (interpretar) y valorar los que sucede en México con la violencia, la polarización, el momento electoral, la pobreza, el aspiracionismo, la corrupción de SEGALMEX, el nepotismo, el despilfarro del gobierno en obras faraónicas? ¿Nos sirven estos principios para juzgar adecuadamente las propuestas legislativas que pretenden introducir cambios constitucionales o las propuestas de modificación de las leyes de Amparo y Amnistía y la propuesta de creación de pensiones del bienestar usando los fondos no reclamados que los trabajadores tienen en sus AFORES? ¿Son válidos para una mejor convivencia familiar y social?

¿Cuáles son esos principios que enuncia en la encíclica Evangelii Gaudium? El tiempo es más grande que el espacio; la unidad es superior al conflicto; el todo es más grande que la parte y la realidad es más importante que la idea.

¿De dónde saca el Papa estos principios? El mismo dice que "brotan de los grandes postulados de la Doctrina Social de la Iglesia". ¿Cuáles son esos grandes postulados? ¿Son los principios de bien común, solidaridad, subsidiariedad y dignidad de la persona? Y estos "grandes postulados", ¿nacen de la fe en Cristo y de la revelación judeocristiana? ¿Son válidos solo para los creyentes? ¿Tienen un fundamento en la realidad común a todos los hombres e incluso a la realidad material? Porque en caso de no ser así, ¿podrían ser útiles para juzgar toda la realidad, material, social, política, moral, etc.?

En el reciente libro "El Sucesor", escrito por el periodista Javier Martínez-Brocal y el Papa Francisco, hace referencia a estos principios y hace ver que el Papa Francisco los propone a partir una visión de la realidad que descubre en la obra "L’opposizione polare", de Romano Guardini y que en alemán se titula Der Gegensatz.

En "El Sucesor", el capítulo "Oposición y contraste" expone las reflexiones de Javier Martínez-Brocal sobre el libro de Guardini, que el mismo Papa Francisco le prestó, al que remito al lector para una mejor comprensión y solo cito algunos párrafos:

¿Qué encontró allí Bergoglio que marcó su pensamiento? ¿Cuál es la intuición de Guardini en esta obra? En L’opposizione polare Romano Guardini explica que, en la vida de cada persona, a quien se refiere como «un concreto viviente», hay muchos ámbitos que, de alguna forma, están en «oposición» –también lo define como «contraposición»–, pero no en «contradicción». Por ejemplo, realidades como «silencio y palabra» o «individuo y comunidad». No habría silencio si no hubiera palabras y las palabras se pueden distinguir gracias al silencio. Asimismo, yo soy yo mismo como individuo, pero estoy hecho para vivir en comunidad. De esta forma, sin la comunidad no estaría el individuo, pero sin el individuo, tampoco podría haber comunidad. 

Se trata de «polos» con identidad propia que no pueden existir por separado ni mezclarse. Hay una oposición entre ambos, pero no hay ruptura: es una oposición fecunda, una oposición que da vida. Guardini se refiere a esta situación como atracción de «polos opuestos» u «oposición». Es una oposición no antagónica, es decir, no contradictoria, sino complementaria, y por eso la llama «tensión polar». 

El filósofo la distingue de las realidades «contradictorias», que son inconciliables y que por lo tanto no pueden dar vida. Por ejemplo, son contradictorias realidades como «el bien y el mal», «la belleza y la fealdad», «lo verdadero y lo falso». La presencia de una excluye a la otra.

El tercer paso es que la clave para superar las divergencias, o para no confundir realidades opuestas con contradictorias, es identificar esa unidad superior fecunda que las contiene en tensión polar.

Francisco, ya como papa, ha abordado en varias ocasiones la huella que le dejó este modo de razonar. Por ejemplo, lo hizo en el libro entrevista Soñemos juntos, un diálogo con el periodista británico Austen Ivereigh: Uno de los efectos del conflicto es ver como contradicciones lo que en realidad son contraposiciones. En una contraposición hay dos polos en tensión, que tiran cada uno para su lado: horizonte y límite, local y global, el todo y la parte, etcétera. Son contraposiciones porque, aun siendo contrarias, interactúan en una tensión fecunda y creativa. Como Guardini me enseñó, la creación está llena de estas polaridades vivas o Gegensätze; nos dan vida y dinamismo. Las contradicciones, Widersprüche, por el contrario, exigen una elección entre lo correcto y lo incorrecto. (El bien y el mal nunca pueden ser contraposición, porque lo malo no es la contraparte de lo bueno, sino su negación.)

Considerar las oposiciones como contradicciones es fruto de un pensamiento mediocre que nos aleja de la realidad. El mal espíritu –el espíritu del conflicto, que socava el diálogo y la fraternidad– busca transformar siempre la contraposición en contradicción exigiendo una elección y de este modo reduce la realidad a simples binarios. Así actúan las ideologías y los políticos sin escrúpulos. Es así como, al toparnos con una contradicción que no nos permite avanzar hacia la solución real, sabemos que estamos ante un esquema mental reduccionista y parcial que hay que superar.

Pero el mal espíritu también puede negar la tensión de los dos polos en contraposición, optando por una especie de paz estática. Este es el peligro del relativismo o del falso irenismo [Doctrina que preconiza la paz a ultranza, RAE], la actitud de «paz a cualquier costo», donde el objetivo es evitar por completo el conflicto. En este caso, no hay una solución, porque la tensión ha sido negada y abandonada. Esto también es negarse a aceptar la realidad.

¿Cómo pueden ayudarnos estos principios a superar la polarización, la apatía, el conformismo, la negación de la realidad que vivimos? ¿Cómo aprender a mirar de tal manera que nos abramos una cultura del encuentro, del diálogo y la solidaridad? ¿Cómo podemos ser ayudados para generar en nosotros y en nuestros ambientes y en la sociedad una postura abierta al otro, interesada por los más pobres y necesitados, que respete el estado de derecho y busque la sana división de poderes? ¿Basta con "aprender" estos principios o existe una manera de hacerlos nuestros, de vivirlos?


En la presentación de "La Belleza Desarmada" que hizo Julián Carrón el 15 de septiembre de 2016 en Buenos Aires, a la pregunta de si la propuesta de una belleza desarmada puede ser aplicable a la vida social y política, respondió con ejemplos concretos como el de los presos que están en una cárcel autogestionada por la Asociación para la Protección y Asistencia de los Convictos APAC, que tiene un índice de reincidencia del 15% contra el 85% de reincidencia de las cárceles comunes; o el de la reconciliación europea después de la segunda guerra mundial a partir del acuerdo del "carbón y el acero" y que fue el origen de la UE. 

¿Estos logros nacen de la fe o de una razón iluminada por la fe que les hace capaces de reconocer que la unidad es más deseable que la división, que el perdón es el pegamento social más fuerte, que la misericordia es "una justicia que restituye" con decía Giussani citando a una chica en un encuentro con universitarios? ¿Podemos al menos intentar la posibilidad de un encuentro en una sociedad polarizada y dividida, con profundas heridas y desigualdades, a partir de esta mirada de la realidad, del otro y de estos criterios o principios de juicio y de acción que propone el Papa?

Sería muy hermoso y útil, descubrir esos ejemplos concretos donde la unidad prevalece al conflicto, donde la venganza se convierte en perdón, donde la esperanza se impone al desaliento, donde al amor triunfa sobre el egoísmo y la autoafirmación. Necesitamos ser educados, dejarnos educar y educarnos en esta mirada más verdadera de la realidad. ¿Quién podrá enseñarnos a mirar así?

Porque el problema fundamental, aunque parezca pueril decirlo, es nuestra capacidad para mirar la realidad tal y como es, lo que según Giussani es la razón, "conciencia de la realidad según la totalidad de sus factores" y ser razonables, es decir, dejarse medir por la realidad y no por la idea, el prejuicio o la ideología.

Finalmente, ¿cómo abordar los grandes y urgentes problemas de nuestra patria, que no admiten dilación o apatía, bajo estos principios que propone el Papa Francisco?



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