¡Háblame al corazón!
¡Oh por favor háblame! / ¿podrías por favor hablarme / como solías hacerlo? / ¡vamos! ¡habla conmigo! / ¡ven ha hablarme¡ ¡ven ha hablarme!.
Puedo imaginar el momento, / roto, a través del silencio, / de todas las cosas que ambos podríamos decir / y el corazón no sera defraudado / hasta que ambos estemos juntos del mismo lado / y todas las barreras serán echadas fuera /
¿Cómo hablarnos al corazón? ¿Qué palabras podrán llegar hasta el fondo de nuestro ser? ¿Cómo despertar el deseo dormido y cubierto de capas de roca insensible y dolor? ¿Quién puede darnos palabras de esperanza y vida?
Si es cierto que el hombre es relación con el Misterio, con Dios y si es cierto que en lo más íntimo de cada uno anida un deseo inmenso e inextirpable de felicidad y cumplimiento, ¿cómo es que podemos pasar las horas, los días y los años en el tedio, la queja o el aburrimiento? ¿cómo es que se puede morir viviendo?
¿Por qué hay algo en nosotros que no muere, que no puede callar, que pide ser escuchado? ¿Por qué no dejamos de esperar cuando todo está en contra? ¿Qué indomable chispa de vitalidad está escondida en nuestro corazón? ¿Es que puede apagarse el deseo de amar y se amado?
Cristo habla al corazón del hombre: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si se pierde a sí mismo? ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Ustedes valen más que las aves del cielo. Todos los cabellos de su cabeza están contados. Yo los llamo amigos. ¡Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados por la carga que yo los aliviaré! Mis palabras son espíritu y vida. El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna. Padre, ¿por qué me has abandonado? Me voy a mi padre y su padre, a mi Dios y su Dios.
¿Cómo es que estas palabras no nos llegan al corazón? ¿Cuándo dejamos de escuchar? ¿Qué ha tenido que suceder para no conmovernos ante una humanidad que así se expresa? ¿Cómo recuperar lo humano de cada uno de nosotros? ¿Quién puede rescatar nuestra humanidad? ¿Cómo haremos para mirarnos a nostros mismos y a los demás con amor, con la mirada de Dios, la mirada de Cristo?
¡Hemos dejado de necesitar a Cristo para vivir! ¡La fe ha dejado de informar nuestra vida!
Que el dolor de esta pérdida y disminución nos aguijonee y haga sangrar para poder reconocer aquello que más necesitamos: uno que nos hable al corazón, uno que no nos deje caídos en el camino sino que cure y vende nuestras heridas, uno que no pase de largo sino que tenga el coraje de corregirnos, uno que nos ame hasta dar la vida, su vida, por nuestra vida, para que vivamos, para que verdaderamente vivamos.
Necesitamos experimentar, tomar conciencia, sentir y percibir que esto sucede y ha sucedido y seguirá sucediendo: ¡somos amados! ¡hay uno que está con nosotros siempre!
¡Cristo ha resucitado para estar siempre a nuestro lado!
Comentarios
Publicar un comentario