El desafío de la realidad

¿Qué es lo que está en juego en las circunstancias que vivimos? ¿Cuáles han sido las provocaciones que han generado en nosotros? ¿Cómo reconocer la positividad de la vida?


¿La realidad siempre es positiva? Ayer noche se dio a conocer el suicidio del escritor Héctor Ceballos Garibay que en su carta de despedida escribió: "No quiero vivir más con estas perspectivas que presupondrán un escenario  de caos y zozobra. Me niego a ser testigo de este pequeño apocalipsis nacional que les espera a los mexicanos" y más adelante apunta "La existencia es un prodigio a condición de llenarla con una labor que deje huella, aunque sea mínima. De lo contrario se habrá pasado la vida como sombra, como nada". ¿Por qué un hombre exitoso que deja al menos una "mínima huella" en la vida se suicida? ¿Por qué un hombre inteligente no pudo reconocer algo positivo para seguir viviendo?

El desafío de la realidad es cómo estar en la vida sin sucumbir a las circunstancias adversas, al desánimo y la desesperanza, a la negatividad y la maldad propia y ajena. El gran desafío es encontrar no solo las razones, en tanto que un discurso, ideología o doctrina, sino los hechos y las personas que nos puedan sostener y nos permitan vivir con dignidad, con esperanza y alegría, a la altura de nuestros deseos de bien, verdad, justicia, felicidad. Pareciera que la realidad más que un lecho de rosas es un campo lleno de espinas que nos pinchan todo el tiempo y que nos obligan a caminar buscando un lugar de reposo y descanso, que no da tregua. En este sentido se entiende aquello de que la vida es lucha o valle de lágrimas, pero en ningún caso es la parada definitiva y placentera que todos desearíamos. Es arduo camino para llegar a la meta.


Abrir la razón a la máxima posibilidad de que la realidad exprese una positividad última y profunda, que la vida sea un camino hermoso, que los otros sean amigos y compañeros de camino, que la alegría sea permanente, que todo tenga un sentido hasta el dolor y el sufrimiento, el fracaso y la muerte y que el valor de nuestra existencia se mida no por la huella que dejemos por mínima que sea, sino por el "simple hecho" de existir, en el reconocimiento de ser amados con un amor tan grande que es anterior a nuestra propia existencia, coherencia moral y éxito en la vida, reconocernos amados al reconocernos existentes. Reconocer este amor, esta positividad, sin trampas ni imposiciones a nuestra razón, sino con el asombro con el que reconocemos una hermosa luna llena o un bello amanecer.

Como una flor de gracia se nos da la fe, como don inmerecido pero anhelado, ahí donde la razón llega al final del recorrido y pide a gritos ver a Aquel que le espera, que le ha llamado y le llama, que le sostiene y le alegra. Reconocer esta Presencia en el presente, en los rostros de aquellos a los que Él ha elegido, en el lugar que Él ha querido estar para todos. Y con la fe viene la alegría y la esperanza, la certeza y el vigor para el camino, en este "apocalipsis" que nos tocó vivir.






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