Acción Política

Foto: excelsior.com.mx
¿Cómo frenar la caída económica y sus terribles consecuencias para millones de mexicanos? ¿Cómo estar frente a un gobierno que limita libertades, viola el estado de derecho, gasta irresponsablemente y se empeña en destruir todo lo pasado por prejuicio e ineptitud? ¿Qué sociedad tendremos después del coronavirus, la escalada de violencia e inseguridad, la pérdida de cientos, sino es que millones de empleos, la militarización de la seguridad pública, el revés a las inversiones?

Ciertamente el panorama no es optimista. Los más mesurados hablan de cómo manejar la crisis para evitar mayores daños. Sin embargo el gobierno se empeña en mantener una visión que niega la realidad y quiere imponer un modelo que ya ha demostrado su ineficacia y error de origen: privilegiar la ideología, la concentración del poder, el aislamiento en la toma de decisiones, la cargada legislativa. ¿Cómo salir de la crisis si le viene "como anillo al dedo" al proyecto de la 4T profundizando las diferencias, polarizando la sociedad, destruyendo instituciones, creando clientelas de votantes con programas sociales?

No basta construir desde abajo, desde la circunstancia y posibilidades de cada uno. Las iniciativas personales, de grupo, gremiales y de la sociedad organizada son necesarias pero son insuficientes para resolver o corregir el daño que estos meses de gobierno han creado. Ya hay muchos afectados que perdieron el empleo y la manera de llevar el sustento a casa, ya hay miles que no pueden dejar a sus hijos en guarderías para ir a trabajar, son millones los que perdieron la mínima atención médica que brindaba el seguro popular. Aunque cada uno se empeñe en ayudar, sostener, acompañar a otros más desfavorecidos, es insuficiente, aunque necesario.

Chavo del Toro. El Economista.
Hay males que parecen congénitos en nuestro país: la corrupción del gobierno, que cada día se hace más patente; la falta de visión de largo plazo en los planes y acciones de gobierno; el paternalismo que no hace crecer a las personas en sus capacidades y responsabilidades; el influyentismo, el nepotismo y el compadrazgo de la clase política; no asumir la responsabilidad y echar siempre la culpa a otros. ¿Cómo sacudirse estas taras generacionales que nos impiden ser más justos, equitativos y solidarios?

Recuperar el valor de la acción política, haciendo política. Ciertamente no todo se puede resolver desde los puestos de poder. Ya hemos experimentado cambios que no han logrado el resultado esperado. Pero también hemos visto cambios que sí han funcionado, que han generado cambios profundos en la vida y la conciencia nacional. Pienso en el Instituto Federal Electoral, hoy INE, que ha sido un garante de las elecciones. Pienso en el INEGI que aporta información confiable para la toma de decisiones. Pienso en la hoy tristemente menoscabada CNDH. Y en programas que han sido éxitosos y sí han mejorado la vida de los mexicanos como las estancias infantiles, el seguro popular, el apoyo a micro y pequeñas empresas, los pueblos mágicos y muchos más. 

Para lograr esos cambios es necesario que haya un líder capaz de unir y hacer que los demás participen de una visión compartida.  Pero más importante, hacen falta miles de buenos políticos que antepongan el bien común al beneficio personal, miles de funcionarios que sean capaces y trabajadores para hacer eficiente el aparato de gobierno, miles de ciudadanos que quieran vivir en la legalidad y que tengan los medios para mejorar y progresar, no solo para sobrevivir, legisladores que no se duerman en las curules y alcen la mano cuando se los manden, jueces que quieran impartir justicia pronta y expedita. Sin una verdadera y eficaz acción política, los cambios serán más lentos o nunca vendrá. El riesgo de perderlo todo, de un Estado fallido, controlado por mafias o incluso la disolución de una República, son acontecimientos que ya hemos visto en el pasado reciente y que sí nos pueden suceder.

Foto: google
¿Puede existir un político que viva su acción política como verdadera vocación de servicio? ¿Qué fuerza o poder harían que un hombre no sucumba al ansia de poder, de megalomanía, de protagonismo desmedido? ¿Ha existido un político que a pesar de sus errores y limitaciones haya vivido la política como la expresión social de la caridad?

¿Qué o quién puede generar un hombre así? ¿Qué experiencia o compañía puede hacer emerger políticos con esa talla humana? No un político salvador, sino un hombre salvado que vive la política como vocación. ¡Dios puede! Porque lo que es imposible par el hombres, es posible para Dios. La compañía cristiana es el lugar donde un hombre puede cambiar, ser regenerado al grado de concebir su existencia como un servicio a los demás y ser generador de una humanidad verdadera. Solo si el hombre toma conciencia de que es hecho a cada instante por Uno que le ama y ama a todos y es más grande y poderoso que su fragilidad humana.


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