Los actos morales, el deseo de bien
La ética o moral trata de la
bondad o maldad de los actos humanos, distintos de los denominados actos del
hombre. Los primeros son aquellos que la persona realiza de manera voluntaria y
consciente y, por tanto, libre y responsablemente. Los segundos son aquellos
que la persona realiza de manera inconsciente e involuntaria. Dentro de los
primeros podemos encontrar los actos de amor, el trabajo, el estudio. Dentro de
los segundos caben el respirar, sentir o las funciones digestivas.
La ética o moral estudia los
actos humanos, que serán su materia de estudio o atención, en tanto se orientan
al bien o al mal, esta será la forma o el aspecto bajo el cual los estudia o
atiende. Ahora bien, la calificación moral de una acción humana depende de tres
cosas, de su objeto, del fin que se busca y de las circunstancias en las cuales
se realiza. El objeto será la acción en sí, como por ejemplo, estudiar. El fin,
será el propósito por el que se estudia, que puede ser el gusto por saber o la
necesidad de presentar un examen. Y las circunstancias pueden ser las de un
estudiante de la universidad que necesita presentar un examen. De esta manera,
la moralidad, es decir, la bondad o maldad de estudiar, dependerá de si la
acción es buena en sí misma, es decir su objeto, de si el propósito es justo,
es decir, su finalidad y si las circunstancias no hacen cambiar o atenuar la
bondad de la acción.
Pero cabe preguntarnos, ¿cuál
será el criterio para juzgar si una acción humana es buena o mala? Porque lo
que a unos parece bueno, a otros les parece malo y hay ocasiones en que lo
bueno no lo es tanto y viceversa, como el caso de los sobrevivientes de Los Andes
que se comieron a los que morían para no morir de hambre. Respondemos que la
bondad o maldad de una acción dependen de su correspondencia con la naturaleza
del ser humano. De este modo, amar y ser amado, es algo propio del ser humano,
es una necesidad de la persona y por tanto todo aquello que realicemos en este
sentido lo llamamos bueno. Por el contrario, odiar y ser odiado, será malo en
tanto reconocemos que no nacimos para que nadie nos quiera.
Este criterio de calificar la
moralidad de los actos humanos en base a su conformidad con la naturaleza
supone un reconocimiento de algo objetivo que se da antes, es decir, que se
percibe y reconoce como un dato, algo dado, que no es fruto del obrar humano
sino “de la manera como estamos hechos”. Esta naturaleza, que podemos entender
como el principio dinámico del ser humano en tanto que de ella brota todo
nuestro actuar, se convierte por tanto en el criterio de juicio de la moralidad
de los actos humanos. Así, un acto será bueno si es conforme o corresponde a nuestra
naturaleza y será calificado como malo, si contraviene o se opone a ella.
Viene entonces la pregunta, ¿cómo
reconocer esta naturaleza? Para responder tomaremos prestado un adagio latino
que dice que “la operación sigue al ser” o expresado de manera contraria en
palabras de Cervantes en el prólogo del Quijote, “no he podido yo contravenir
al orden de naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante”. Esto es,
solo podemos obrar conforme a lo que somos. Si usamos un ejemplo actual,
diríamos que no puede correr un programa en un sistema operativo incompatible o
que dependiendo del sistema operativo, son las aplicaciones que puedo utilizar.
La naturaleza de una cosa se reconoce por sus operaciones. Esta naturaleza es
un principio dinámico, es decir, es la fuente de donde brota el obrar. Así
pues, la naturaleza se descubre o reconoce mediante las operaciones, obras o
acciones que un tipo de ser puede realizar de hecho o potencialmente.
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