AYOTZINAPA, lo que está en juego.
¿Se puede acabar con la corrupción e impunidad? ¿Es posible sanar un corazón corrupto? ¿Se puede curar una sociedad enferma de corrupción?
Ruptura de las relaciones básicas. Los lamentables, indignantes e inhumanos hechos de Ayotzinapa, la desaparación u homicidio de los normalistas, es signo de lo que está sucediendo en nuestro México. Las relaciones básicas como la de sociedad-estado, familia-individuo, empresa-empleados, escuela-maestros sufren un gran deterioro. Los maestros que no dan clase, el índice de niños que sufren el divorcio o separación de sus padres, las parejas que se separan después de un deseo de amor sincero, los políticos que traicionan a sus electores. Estos hechos nos tocan, nos hieren y nos interpelan. Como dice un amigo "no basta decir: Dios sabe porqué pasan las cosas". Si Cristo no responde a esta realidad, no con un discurso o doctrina, sino con un gesto capaz de salvar esta realidad dramática y trágica, la fe no tiene sentido.
La corrupción es un mal que hay que curar más que perdonar o castigar. El Papa Francisco dijo el pasado jueves 24 de octubre, dirigiéndose a la asociación de abogados penalistas que ''La escandalosa concentración de la riqueza global es posible a causa de la connivencia de los responsables de la cosa pública con los poderes fuertes. La corrupción, es en si misma un proceso de muerte... y un mal más grande que el pecado. Un mal que más perdonar hay que curar''. Pero, ¿cómo se cura lo que es corrupto? ¿qué fuerza o poder hace falta para sanar desde dentro a las personas y a una sociedad corrupta? Es cierto que hacen falta los cambios institucionales como dice Denis Dresser, pero no bastan, hace falta el cambio personal, es decir una educación capaz salvar al hombre y sus relaciones. Hace falta una conversión, es decir un cambio de la mentalidad y del corazón humano.
Esperar un bien futuro por un bien presente. Coincido con quienes afirman que lo que falta a nuestra sociedad es la esperanza. Pero, ¿de dónde puede surgir la esperanza? Solo del reconocimiento de una realidad presente, de un hecho o fuerza capaz de salvar la situación que vivimos y que se pueda verificar en la experiencia. Por fortuna existen hechos, personas, grupos, instituciones, que nos demuestran que es posible un México mejor, que es posible fundar relaciones personales y sociales verdaderas, dignas y humanas. Más, ¿cómo sumar todos estos hechos y experiencias de modo que transformen toda una sociedad, que cambien la mentalidad y el corazón de muchos?
La fuerza de la fe para salvar lo humano, esto es lo que está en juego. Verificar si el encuentro con Cristo, en la Iglesia, en la comunidad de quienes han sido llamados por El para testimoniar su presencia, provoca y genera un hombre libre, una conciencia verdadera, una vida digna y más humana. Está en juego verificar si solo Cristo salva todos los factores de la personalidad y sus relaciones. Lo que se impone es responder a la provocación de la realidad en la medida de nuestras posibilidades y de nuestra responsabilidad particular. Negar los hechos o reducirlos solo a uno de sus factores, sean los políticos o económicos o cualquier otro no soluciona el problema.
Afecto por la propia vida y mirar al otro como un bien. ¿De dónde puede iniciar la reconstrucción de nuestro México? De mirar al otro como un bien, como una persona con los mismos deseos y necesidades que los míos, con una misma exigencia de justicia y felicidad que la mía, como un compañero de camino y no como un rival o esclavo. Y esta conciencia solo puede nacer de la experiencia de haber sido mirado y tratado así. La experiencia del encuentro con Cristo que genera esta conciencia, amar al otro como a uno mismo, es nuestra primera aportación a la paz.
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