El valor de la Experiencia

Seguir es hacer la experiencia de aquel a quien se sigue. Hacer experiencia es hacer un juicio sobre la realidad. El juicio es la comparación de la realidad con los deseos del corazón.


Hacer experiencia. Para muchos de nosotros la expresión "tener experiencia" equivale a "haber probado" o "haber vivido" sucesos o situaciones diferentes. Normalmente la asociamos con la edad, de manera que las personas de mayor edad serían las de más experiencia. En ese sentido, un recien egresado, por ejemplo, no tiene experiencia laboral. Etimologicamente la palabra experiencia proviene del latín "ex-peri-ent-ia" y libremente se puede entender como probar o intentar algo a partir de las cosas. Se puede añadir, además, que la experiencia supone la "ganancia" de un conocimiento "útil y provechoso" que nos hace "sabios y prudentes".

La experiencia supone el juicio. También sucede que personas que han vivido mucho o que han realizado un trabajo por mucho tiempo no aprenden o no entienden lo suficiente. ¿Por qué? Porque tener experiencia requiere que se haga un juicio, es decir, que se descubran las razones de lo que se hace y se afirmen, se hagan concientes. Este juicio no es solo un juicio lógico o teórico, sino que supone la confornatación de lo que se vive y se afirma o niega en razón de su correspondencia con el corazón, es decir, con las evidencias y deseos más humanos como el de verdad, justicia, amor. El juicio de la experiencia es la veririfación de las razones que descubrimos en los sucesos con los deseos del corazón. La correspondencia o no correspondencia con el corazón es el criterio de juicio.

A mejor juicio, mejor experiencia. En el sentido de lo que venimos diciendo, ganamos experiencia en la medida en que somos más capaces de juzgar adecuadamente las cosas. Y somos más capaces de juzgar en la medida en que somos más fieles a los deseos de nuestro corazón. Y somos más fieles a los deseos de nuestro corazón en la medida en que somos más sencillos. Y somos más sencillos en la medida en que privilegiamos el impacto de la realidad sobre nuestra interpretación o juicios previos. En la medida en que estamos abiertos a la realidad, en esa medida somos más capaces de hacer expriencia.

La infabilidad del corazón, infalibilidad de la experiencia. Normalmente las personas podemos reconocer que los deseos del corazón, es decir, las exigencias fundamentales como la justicia, la felicidad, la verdad son insobornables. Podemos sustituir lo que nos hace felices, pero la experiencia de felicidad es una correspondencia que el corazón nos grita y no deja que nos engañen. Es como el pie y el zapato. El pie siempre nos dice cuándo nos aprieta el zapato. En este sentido la experiencia, cuando es fiel a la correspondencia con los deseos del corazón, siempre es infalible. En el mar de incertidumbre y confusión de nuestra vida, el corazón se levanta como un faro que indica el camino seguro al puerto.

Seguir: participar de la experiencia de otro. Seguir, es decir, hacer la experiencia de otro, en quien reconocemos una humanidad grande, es participar de su experiencia, esto es, participar del juicio que hace de la realidad, de su vida, de las cosas. No a manera de un juicio que solo se aprende o se entiende, sino de un juicio que se encarna, que se vive no como pretensión de afirmar lo que otro propone, lo que sería una alienación de nuestra persona, sino de "hacer el juicio de correspondencia" que se nos propone. Por ello para participar de la experiencia de otro es necesario hacer un camino, recorrer un camino de manera "guiada" como el niño que es guiado por su padre. Hacer la experiencia de otro es, entonces, hacer el mismo camino que le llevo al juicio, a la verificación en la realidad de la correspondencia que le hace afirmar el valor de las cosas, el valor de la vida, el valor de la persona, el sentido de la realidad.


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