La Ley de Herodes
En la película que da título a este escrito, Vargas, nombrado presidente municipal de San Pedro de los Aguados, recibe una lección de parte del Lic. López, sobre cómo ejercer el poder y la autoridad para llevar la prosperidad y la moralidad a su municipio, le dice "recuerda que todo lo que está aquí en este librito (la constitución) que diga poder ejecutivo, legislativo y judicial, eso eres tú, la máxima autoridad... ahora sí, con el librito y la pistola, a ejercer la autoridad". Y entonces Vargas aprende a manejar el poder al amparo de la fuerza y torciendo la ley y llega a ser diputado, y su partido (PRI), por el bien del pueblo, gobernará "por siempre y para siempre".
Esta sátira política, que se podría ver ejemplificada en muchos gobernantes pasados y presentes, de México y del mundo, manifiesta la lógica del poder, que para conservarse necesita asumir cada vez más poder, controlar cada vez más las vías de acceso al poder y reducir a los opositores y todo lo que estorbe, de modo que quien gobierna en nombre del pueblo, de la justicia, del bien, pueda llevar a cabo su proyecto para bien de todos.
Cuando un nuevo gobierno, como el de Obrador y ahora el de Sheinbaum, llegan al poder por la vía democrática, se esperaría que aumentara el capital democrático del país, ampliando las libertades de los ciudadanos, fortaleciendo las instituciones, respetando la autonomía de poderes, dando ejemplo de acatamiento a la ley como juró al tomar posesión del cargo. Sin embargo, hemos visto lo contrario, desacato de los mandatos judiciales, desaparición y hostigamiento de los entes públicos e instituciones, acoso a los medios de comunicación, persecución a los opositores, denostación de los que piensan distinto, desprecio por la acción de la sociedad civil, falta de capacidad para planear y ejecutar políticas que combatan la violencia, la inseguridad, mejoren la economía. Y sí hemos visto la construcción de una clientela política vía los programas sociales, para ejercer control sobre las elecciones y el voto. Las reformas a la constitución que han aprobado los diputados y senadores federales y los diputados de los congresos estatales van en contra del avance democrático y se encaminan hacia el autoritarismo y la concentración del poder. Cambios como la "Supremacía parlamentaria", la "irretroactividad de la ley", la ampliación de la "prisión preventiva" ponen en riesgo las libertades de los ciudadanos y de los entes sociales, dígase empresas, asociaciones, escuelas, colectivos, etc.
Frente a este deterioro y destrucción de nuestra democracia, ¿qué podemos hacer como ciudadanos de a pie? ¿cómo nos afectan estos cambios? ¿qué pasaría si tanto poder cayera en manos equivocadas? ¿Cuánto tiempo, dinero y vidas costará restaurar la democracia en México? ¿Podemos callar y renunciar a nuestros derechos y obligaciones políticas? ¿Tendremos que evolucionar, adaptándonos para sobrevivir de la mejor manera posible?
Giussani, en el Sentido Religioso, dice que "el único límite a la dictadura del hombre sobre el hombre —ya se trate del hombre sobre la mujer, de padres con hijos, de gobierno y ciudadanos, de patronos y obreros, o de jefes de partido y estructuras a las que la gente está sometida—, la única rémora, la única frontera, la única objeción a la esclavitud del poder, la única, es la religiosidad." Más adelante afirma que "si el hombre, el individuo, no tiene una relación directa con el infinito, todo lo
que haga el poder es justo." Llama la atención que más que un programa político o un manual de acciones democráticas, lo que Giussani oponga al poder dictatorial sea la religiosidad, hasta afirmar que "El anti poder es el amor".
¿Por qué? ¿Yendo a misa salvaremos a México o rezando más rosarios? ¿Las leyes se volverán más justas cuando más gente profese una religión con sinceridad y devoción? ¿No sería mejor implicarse en la acción política y social? ¿Deberíamos participar en la vida pública de manera directa buscando puestos de poder? ¿Nuestro silencio e inactividad nos hace cómplices de esta destrucción democrática? ¿Habrá que dejar en manos de otros, con vocación política, los esfuerzos por construir un país más justo? ¿Son suficientes los encuentros, las reuniones, las publicaciones en redes sociales, los escritos - como este-? ¿Qué es lo que la situación nos demanda? ¿Cuál es el reto que se nos lanza? ¿Cuál la responsabilidad por asumir?
Como dijo Benedicto XVI de los valores morales, que siempre hay que ganarlos, que no son algo que simplemente se hereda o se posee de manera automática, que deben ser redescubiertos y defendidos en cada generación, podríamos decir de los valores democráticos y de la democracia misma, tenemos que conquistarla cada día, cada generación, cada uno y todos juntos. ¿Cómo? Ejerciendo nuestros derechos, comprometiéndonos con nuestras obligaciones, construyendo relaciones sociales constructivas. No hay un manual de construcción democrática, pero lo que sí hay es el deseo de vivir en un país donde se respete la ley, donde se viva sin violencia, donde nos tratemos como hermanos y no como contrarios. No renunciar nunca a este deseo, puede ser la fuente de una creatividad y un compromiso siempre renovados para comprometernos en la construcción de un mundo más justo, más humano.
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