Razonable acto de fe

¿Es razonable fiarse, es decir, tener fe? ¿Salto en el vacío? ¿Método de conocimiento? ¿Qué es la fe?

Pensamientos a partir del estudio de "El Sentido Religioso" de Luigi Giussani.


La fe es un método de conocimiento a través de un testigo, no es un problema religioso, es un método de conocimiento. Esta afirmación parecería contradecir lo que comúnmente se entiende por fe, es decir, una creencia religiosa, confianza en un poder divino, adhesión a una doctrina. Pero también usamos el término cuando decimos que Fulano es persona de buena fe y que Zutano me tiene mala fe; el notario da fe de un hecho y en un juicio los testigos dan fe de algo acontecido.

Dice Francis Bacon en al Aforismo 49 del Novum Organum: "El método lo define el objeto; pues el método no es más que una regla para dirigir la mente en la investigación de las cosas, y no puede ser correcto si no se adapta a la naturaleza de las cosas mismas.” Por tanto, si la fe es un método de conocimiento, debe existir un objeto que le es propio.

¿Cuál es el objeto propio de la fe? ¿Cuáles son los fenómenos que conocemos por la fe? La fe nos permite conocer los hechos morales, es decir, los que tienen que ver con el comportamiento y la conducta de las personas, no solo para calificarlos de buenos, malos o indiferentes, sino para reconocer la intencionalidad de los actos, la finalidad de los mismos, la moralidad de la persona, la sinceridad de las relaciones. La fe nos permite tener certeza del amor de nuestros padres o la precaución que debemos tener frente a un desconocido que nos ofrece un negocio. Para este tipo de conocimientos no usamos una prueba de laboratorio o una demostración algebraica. Estos fenómenos o hechos, que podríamos llamar existenciales, son tan importantes para vivir, como lo es el aire para respirar. Sin tener certeza del amor de nuestros padres o de la buena fe de un gobernante o de la veracidad de un maestro, no se podría construir la vida personal y comunitaria, la sociedad y la civilización.

¿Cómo, pues, llego a la certeza de la buena fe o del amor de mis padres? ¿Usando el polígrafo para saber si me engañan? ¿Haciendo un silogismo? Me fío de alguien, le creo a alguien, tengo fe en alguien si para ello hay razones adecuadas, si se muestra digno de confianza. En este sentido la fe es absolutamente razonable, es más, exige ser razonable para ser fe.

La razonabilidad, es decir, las razones adecuadas de algo son el fundamento de la fe. Reconocer que las cosas, los hechos, las acciones, las intenciones tienen una razón adecuada que las explica y genera. Esta razón puede ser un hecho o un acontecimiento, como cuando uno baja rápido del camión cuando ve que se suben dos hombres pistolas o cuando otro se lanza al agua, vestido, porque va en ayuda de un niño que no sabe nadar; o puede ser una intención como el muchacho que le lleva un ramo de flores a la chica a la que quiere cortejar. Todo lo contrario de la ingenuidad o de la confianza ciega.

El acto de fe es un acto de la razón, en tanto capacidad de tomar conciencia de la realidad considerando la totalidad de los factores; pero como toda capacidad humana, puede ser usada de manera correcta o no. En el caso de la fe, debemos tomar en cuenta tres elementos esenciales que intervienen en el proceso de conocimiento de los fenómenos que hemos denominado morales: el testigo, las obras y los signos.

El testigo, es decir, aquella persona que da fe, que da testimonio de algo, que dice haber visto y oído, que nos comunica una verdad, la existencia de un objeto. El maestro es testigo para el alumno, el padre para el hijo, el amigo para el amigo, el comunicador para su audiencia, el político para sus electores. El problema radica en la fiabilidad, es decir, en saber si el testigo es confiable. ¿Cómo saber si una persona es confiable? Conviviendo con esta persona, estando atento a su vida, verificando la coherencia de lo que dice y hace, descubriendo sus intenciones. El testigo debe demostrar que es confiable y solo debemos darle nuestra confianza si hay razones suficientes y adecuadas para ello. Aquí el tiempo es un determinante poderoso.

Las obras, las cosas que el testigo realiza, hace, crea, conserva, cuida. Dice el dicho que obras son amores y no buenas razones, enfatizando que son las obras las que mejor muestran lo que una persona quiere, a lo que le da importancia, aquello por lo que daría la vida. El árbol se conoce por sus frutos, podríamos decir. Son las obras las que muestran verdaderamente a la persona: la fuerza de las obras es contundente para dar certeza y confianza.

Los signos, es decir, aquellos gestos, acciones, palabras, hechos que nos comunican "algo más". Como las flores del enamorado, o el desayuno que nuestros padres nos sirven todos los días, o la compañía del amigo en momentos de dificultad. Los signos revelan la intención, la finalidad, el sentido de las cosas, de las palabras y de las obras. Sin la capacidad de leer los signos, de reconocerlos, seríamos incapaces de descubrir el amor, el afecto, la recta intención, el cariño.

Así pues, el hombre de fe es el hombre más razonable, el que hace un uso de la razón más adecuado, el que tiene la capacidad de mirar la realidad más a fondo y de manera más verdadera. El incrédulo, el hombre sin fe, vive dominado por el prejuicio, la ideología, la sin razón, la estulticia; vive alienado, dominado por la mentalidad común, por el capricho de los poderosos. El hombre de fe es un hombre libre.


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