Verdades chocantes

Hay verdades que chocan; como dice el dicho, "la verdad no peca pero incomoda", pero sigue siendo verdad, es decir, se corresponden con la realidad, expresan una certeza o una dinámica estable. Normalmente se corroboran con los hechos y entonces nos decimos a nosotros mismos "no te lo quiero decir, pero te lo dije". Cabe la anécdota que nos contó nuestro maestro de seminario de Aristóteles cuando el Filósofo dijo ser amigo de Platón, pero más de la verdad. Así nosotros, nuestra amistad con la verdad, es decir, con la realidad tal cual es, tal cual sucede, es una amistad casi obligada por las circunstancias o aceptada de buena gana.

"Toda crisis es una oportunidad". Es una verdad que muchos experimentamos pero de la que somos poco conscientes, al menos de manera habitual. Normalmente las crisis nos descolocan, nos provocan sentimientos como ira, sumisión, miedo, inseguridad, arrebato o nos lanzan a enfrentarlas con decisión, creatividad y positividad. Lo que es un hecho que una crisis no nos deja igual, como dijo el Papa Francisco en tiempos de pandemia, salimos mejor o peor, pero no igual. Muchas veces la oportunidad que la crisis provoca o saca a la luz no es la que pensamos, no se acomoda a nuestros planes o incluso no la vemos como oportunidad, como quien pierde el trabajo o la familia que pierde al padre o la madre. La oportunidad puede estar oculta o incluso presentarse mucho después como decía nuestra amiga Tony Micalco refieréndose al cáncer que le quitó la vida, quien decía que la enfermedad le permitió vivir la vida a plenitud.

"No hay mal que por bien no venga". Nuestra experiencia del mal, del error, del pecado, de la debilidad, de la fragilidad, de la codependencia, de la adicción, es siempre una piedra de toque, una provocación que preferimos ocultar o ignorar. Algunas veces nos ponemos de frente al mal que nos aqueja o que provocamos, con una actitud responsable, asumiendo la parte que nos toca, intentando reparar el daño, pero nunca estamos satisfechos de las respuestas que nos damos, el mal tiene un carácter de absurdo debido a nuestra incapacidad humana para entenderlo. Sin embargo, hemos oído a muchas personas o tal vez hasta a nostros mismos diciendo que ese mal sufrido fue la ocasión de un bien que antes o después se nos revela. Recuerdo que para mi papá la muerte de mi mamá fue lo más trágico de su vida, pero ese acontecimiento le hizo volverse a Dios y a su Iglesia. No le quito el dolor, el sufrimiento, sus posteriores errores, pero le dió la certeza de una vida que caminaba hacia su cumplimiento, hacia el cielo para encontrarse con su esposa amada.

"Quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo". Referido a los errores de la vida, de las personas y los pueblos, esta verdad nos abre a la necesidad de conocer nuestra propia historia para juzgar lo bueno de lo malo, lo que ha dado resultado de lo que no, lo que es vigente y lo que es caduco, lo que fue suerte y lo que fue esfuerzo, lo que fue pura gracia y lo que fue soberbia. Poder viajar a nuestro interior, a nuestra historia de vida, puede ser una forma de conocer nuestra forma de ser, de cómo actuamos frente a ciertas circunstancias, de manifestarnos la forma en que Dios ha actuado en nuestra vida, de cómo Dios, a través de su acción providente, ha sido y es un factor que interviene en nuestra vida, así como son un factor el trabajo, las circunstancias, las propias capacidades.

Así podríamos citar más "verdades chocantes". Cada uno puede hacer el recuento o la memoria de ellas. El valor de reconocerlas es que se vuelven criterios de juicio para entender y enfrentar las circunstancias de nuestra vida de mejor manera. Nuestra historia, juzgada de esta manera, se convierte en luz y criterio de acción para el presente.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Sentido Religioso

¿En qué circunstancia estamos?

Ideología y reformas constitucionales