Ni una más

Más allá de la postura personal de adhesión o rechazo, de las suspicacias frente a los grupos y facciones que querrán sacar "raja" de esta convocatoria, de la manipulación o no manipulación de las personas, de los efectos o el resultado, pienso que lo que no podemos ahorrarnos es hacer un juicio personal sobre lo que este acontecimiento representa.
Dejarse provocar por la realidad, es decir, dejarse interpelar, conmover, sacudir, impactar por lo que sucede, por los acontecimientos, por las personas que encontramos, por el drama en que viven muchos, es un signo de humanidad, de simpatía por el otro, por su bien y el nuestro.
En este sentido, cabe preguntarse ¿cuál es el criterio de juicio para juzgar este acontecimiento? Hay quienes lo ven desde el punto de vista político y analizan sus implicaciones, buscan "la mano que mece la cuna", prevén las consecuencias políticas a favor o en contra de un grupo, facción o partido. Otros miran el aspecto económico, la repercusión en la productividad nacional, en la afectación que sufrirán quienes no trabajen ese día. Otros miran el aspecto social, lo que representará que la mamá no lleve a los niños a la escuela, que no haga la comida, que la empresaria no asista a una reunión o que una maestra no dé clases ese día. En fin, cada uno da su punto de vista desde la rendija desde donde mira y de esa manera se multiplican, casi al infinito, los juicios, posturas, opiniones.

El juicio al que estamos invitados a hacer es sí, un juicio racional, pero no racionalista, es decir, es un juicio que para ser razonable, debe tomar en consideración la totalidad de los factores y la necesaria relación que existe entre razón y afectividad, razón y voluntad, razón y libertad. Por ello el juicio es un juicio práctico, existencial, es decir, hace falta implicarse para poder reconocer en la experiencia personal si la adhesión o el rechazo, sin la participación o no participación, si el compromiso o desinterés provocan en nosotros esa experiencia de justicia, verdad, belleza y bien que nos permite reconocer que algo es correspondiente a nuestra humanidad. No es que debamos marchar o no marchar, no ir a trabajar o trabajar, sino que el juicio pasa necesariamente por mi experiencia, es existencial. Esto es, hace falta verificar en la experiencia sin marchar o no marchar, trabajar o no trabajar, apoyar o no apoyar me hace más humano, más verdadero, más alegre, más comprometido, más feliz.
Esta es la máxima provocación de la realidad, que nos obliga a verificar en la experiencia la verdad de las cosas, la ganancia humana de estos gestos, la correspondencia con los deseos del corazón, porque solo lo que nos corresponde construye, une, alegra, hermana, compromete, anima, consuela... sostiene nuestra esperanza.
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