EL DESEO, un punto de donde partir

Paradojas de la vida. La vida que se nos ha dado parece que nos traiciona. El deseo de felicidad y el anhelo de realización se ven ensombrecidos por la pobreza de nuestros logros. No podemos erradicar el hambre, las guerras, las divisiones, los odios, la corrupción. Desde un punto de vista, parece cierta la sentencia que dice que "el hombre es lobo para sí mismo", se devora y auto destruye. Para muchos la experiencia de su vida es paradójica frente a esta realidad: viven bien, tienen familia que los quiere, estudian, trabajan, vacacionan, comen en restaurantes, viven una vida satisfecha. ¿Por qué para unos la vida es más fácil? ¿Por qué si tenemos todo, vivimos insatisfechos? ¿Por qué siempre deseamos más?
La provocación de las circunstancias. La vida nos golpea, nos pone de frente realidades como la del  niño que se quita la vida de un tiro después de disparar contra su maestra y compañeros de clase o ante el P. Rodríquez, argentino que vive de misión en África y que ha construido escuelas, hospitales, casas para los necesitados sin contar con un solo peso. Este es el valor de las circunstancias, están ahí para despertarnos, para llamarnos la atención, para ponernos de frente a nosotros mismos, para despertar preguntas, para no dejar morir el deseo de felicidad, de bien, de justicia. Lo más terrible es cuando ni el amanecer más hermoso o la tragedia más infame nos provocan. Vivir anestesiado ante la realidad es morir en vida.
Conciencia de sí mismo. ¿Cómo no dejarse anestesiar por la cultura dominante, por la comodidad, por el miedo? ¿Cómo ser constantemente despertado por la realidad sin dejarse dominar por las circunstancias? ¿Cómo despertar mi "yo" para ser "yo" mismo frente a todos y todo? Hace falta lealtad para con uno mismo, para dejar entrar las preguntas sobre el sentido de la vida, sobre el valor de la amistad, sobre la necesidad de justicia, sobre el deseo indomable de felicidad. Hace falta que el hombre no sea lobo para sí mismo sino amigo y compañero de camino. Ser tan razonables que podamos reconocer en la experiencia aquello de da consistencia y valor a nustra vida, a la realidad misma, al universo entero.
Tres pequeñas cosas. Como el náufrago que en medio del mar espera ser rescatado, nosotros podemos ser rescatados si la realidad se vuelve para nosotros aliada. La salvación está en tomar conciencia de quiénes somos, de cuál es nuestro destino y del camino que nos conduce hacia él. Conciencia, destino, camino, tres grandes pequeñas cosas que pueden dar a nuestra existencia la plenitud que todos deseamos.
El deseo se expresa como pregunta. ¿En qué momentos de mi vida he tomado conciencia de mí mismo, de mis deseos más profundos, de mis anhelos más humanos? ¿Tiene sentido preguntarse por el sentido de mi existencia? ¿De qué manera mis deseos y anhelos se ven condicionados por la formación que he recibido, las películas que veo, las canciones que escucho, los amigos con quienes convivo? ¿La cultura en la que vivo inmerso me ayuda a ser "más yo" o más bien me hace "más como todos"? ¿Existe algo o alguien por quien yo estaría dispuesto a dar la vida, a "jugármela en una sola carta"? ¿Ha habido en mi vida destellos de felicidad que llenan de sentido mi esfuerzo de cada día? ¿Son estúpidas estas preguntas? ¿Por qué vale la pena vivir?

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