Yo y mis circunstancias

¿Son las circunstancias la manera como Dios nos llama, nos indica el camino hacia nuestra plenitud? ¿Como no ser "víctima" de las circunstancias sin caer en la "pretensión" sobre ellas?

W. Congdom
Las circunstancias hacen la vida. Nuestra vida es una trama de circunstancias, es decir, de hechos, sucesos, acciones de las que formamos parte. Las circunstancias especifican nuestra vida, la hacen concreta. Son fruto de nuestra libertad y de la de los demás, del orden del universo, son un factor y forma como está constituida la realidad. Bien decía Ortega y Gasset "yo soy yo y mis circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo", para evidenciar su importancia y valor y la manera como las circunstancias nos construyen como persona. Son precisamente las circunstancias las que vuelven la vida tragedia o drama.

Responder a la provocación de las circunstancias equivale a responder a la provocación de la realidad, de la propia vida. En la manera como respondemos a nuestras circunstancias evidenciamos la conciencia que tenemos de la vida y de nosotros mismos. Este es el juego de la libertad: las circunstancias nos provocan continuamente y continuamente respondemos a ellas ya sea ignorándolas o revelándonos o aceptándolas. Esta es nuestra tarea cotidiana y trascendente: responder a las circunstancias. 

Mirar las circunstancias hasta el fondo, sin quedarse en la superficie es la postura más humana y mejor para cada uno de nosotros. En el fondo, en su sentido más profundo y verdadero, las circunstancias son la manera como Dios nos llama y nos invita a realizar una tarea, nos despierta y nos salva del sinsentido. El análisis más concienzudo de las circunstancia queda trunco si no descubrimos que son el signo, es decir, una realidad que nos remite a otra, a Otro que nos llama.

Solo una mirada redimida, esto es, una mirada de fe, profundamente humana y razonable, puede descubrirnos el sentido y el valor de cada circunstancia pese a su banalidad u oscuridad. Por la fe somos capaces de reconocer la presencia del Misterio en la realidad, sin separarlo de ella, sin maniqueísmos ni dicotomías. Para el hombre de fe toda circunstancia es ocasión y evidencia de la Presencia que todo lo hace y lo conserva.

La densidad del instante. La vida está hecha de instantes; las circunstancias son, existen, en el instante en que se hacen concretas. Su valor, su peso específico radica en ser la concreción de nuestro ser, la concreción de nuestras acciones, la concreción de nuestra libertad. Tienen un peso y un valor infinito pese a la enorme levedad de su existir, su fugacidad e inconsistencia aparente. Las circunstancias manifiestan nuestro ser, lo que somos, la conciencia que tenemos frente a la vida: este es su valor.

El vértigo de la provocación de las circunstancias. ¿Porqué existen circunstancias malas, negativas, perjudiciales, indignas, inhumanas? ¿Cómo pueden la muerte, el odio, la guerra ser motivo o provocación a nuestra libertad? ¿Porqué el permite Dios el mal, el pecado? Mirar la realidad así, estar frente a cada circunstancias abiertos a los interrogantes que nos plantea, es una postura que nos da vértigo, que no podemos sostener por nosotros mismos. 

No basta una definición, sino responder a una provocación. Si estamos abiertos a la respuesta, ésta viene a nosotros en la forma y la manera en que menos la esperamos, como la Presencia que nos colma y da sentido a la realidad más abyecta y oscura, como a la circunstancia más plena y alegre. Es la presencia de Cristo, reconocida para fe, como la máxima posibilidad de la razón humana, lo que nos salva dentro de las circunstancias y redime y da sentido a cualquier circunstancia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Sentido Religioso

¿En qué circunstancia estamos?

Ideología y reformas constitucionales