Hacer un camino

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar, al andar se hace el camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.”


Donde hay una voluntad, hay un camino. En el libro de Selecciones, “A la conquista de la naturaleza”, el capítulo sobre alpinismo inicia con el título “Donde hay una voluntad, hay un camino”. Lo leí a los 13 años más o menos y me gustó tanto que no lo he olvidado. Además me motivó mucho en mi vida scout y excursionista.

La frase expresa algo real pero incompleto. Si miramos la vida como un camino, estaremos de acuerdo en que para iniciar cualquier cosa necesitamos la voluntad, las ganas, el empeño, la constancia. Sea para concluir una profesión o sacar adelante un negocio. También puede ser cierto dentro de las relaciones, sean las de noviazgo, matrimonio, sociedad empresarial, amistad, colegas de trabajo. Es cierto que para iniciar la andadura, es necesario tener la voluntad de hacerlo.

La decisión no basta para sostenernos en el camino. Al mismo tiempo nos damos cuenta que no basta iniciar, dar el primer paso, es necesario perseverar, mantenerse a pesar de las dificultades, no quedarse parado en los éxitos. El esfuerzo que esto supone no siempre es suficiente para mantenernos en camino. Es el apoyo de otras personas, de quienes van de camino con nosotros la fuerza o el impulso que necesitamos para seguir adelante, para reiniciar cuando las fuerzas flaquean. El apoyo de la familia, de la comunidad, del grupo, de los amigos, de la esposa o esposo son, en muchos casos, decisivos.

La finalidad del camino, la meta por alcanzar. Dice un axioma de filosofía que “omne agent agit propter finem”, es decir, “todo el que actúa, lo hace por un fin”. Es la finalidad, la meta que se busca lo que nos ayuda a iniciar el camino y lo que nos permite seguir en el camino. ¿Cuál es la finalidad de nuestro camino? ¿Cuál es la meta de nuestro andar? No perder de vista aquello que buscamos, mantener despierta la conciencia de nuestro destino, sostener el deseo que corresponde a nuestra exigencia de felicidad es esencial para andar el camino, para, como dice el poeta, “hacer camino al andar”.

Hace un camino el que anda con una finalidad. En este sentido, tener claro lo que se quiere o al menos intuir lo que se desea es indispensable, yo diría necesario, para poder iniciar cualquier camino en la vida. En el fondo de todos estos deseos o finalidades estará siempre la “gran finalidad” o “el gran deseo”, esto es, en palabras de Aristóteles, la felicidad que es lo que todo hombre desea. La perseverancia de nuestro andar, el vigor de nuestro empeño, la fuerza de la finalidad será mayor en tanto sea mayor la relación con “la gran finalidad”. Es el deseo y la exigencia de felicidad lo que más nos mueve. Finalidad que nos es dada, inscrita en nuestro ser.

Evitar el engaño de la pretensión. Hay que tener cuidado del veneno que representa la pretensión de definir nosotros “la gran finalidad” o de disociar o separar de la exigencia totalizante de felicidad las metas y propósitos de la vida. Cuando absolutizamos nuestros proyectos o pretendemos que sean la respuesta a nuestro deseo, corremos el riesgo de la desilusión, del desengaño, de la relativización o de pensar que todo se resuelve en nada. Nada más falso que pretender darnos nosotros la finalidad para la cual fuimos creados y también la de querer imponer la respuesta a nuestro deseo.


Elegir sin miedo, sin salirse del camino. Quien tiene clara la meta, la finalidad de su existencia, el porqué de su vida, puede, sin temor, sin confusiones, iniciar un camino. Incluso en los asuntos de todos los días tener clara la finalidad de lo que buscamos es de gran ayuda para decidir correctamente. No por nada San Ignacio propone como meditación introductoria a sus Ejercicios Espirituales el “Principio y fundamento” donde, entre otras cosas dice, que “el hombre es creado para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y verle y gozarle en la otra y así alcanzar su fin último” y nos da una regla de oro que dice “usar de las cosas tanto cuanto nos acerquen a nuestro fin y dejarlas en tanto cuanto nos alejen de él”.

Comentarios

  1. Yo antes viví sin miedo y ahora menguó la fe y me preocupo luego entonces a mis 60 necesito redefinir mis valores.
    Gracias
    Buena lectura.

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